El 12 de noviembre se festejó el Día Nacional del Libro, ello significa recordar y leer o releer a destacadas escritoras y escritores de nuestro país que han legado páginas, historias, relatos y diversas composiciones literarias que suelen refrescar la memoria y estimulan la imaginación. El libro ha sido un invento prodigioso que es imprescindible.
En México hacen falta más programas de fomento a la lectura, se han diseñado aunque no necesariamente se sostienen, la cultura no es precisamente una prioridad en los diferentes niveles de gobierno, también las universidades públicas ocupan mayor presupuesto en la materia porque una función sustantiva es, justamente, la difusión cultural.
Contamos en nuestro país con una lista densa de escritoras y escritores en diferentes lapsos temporales, hay una gran riqueza en los aportes literarios, cómo no recordar legados como los de Sor Juana Inés de la Cruz, Elena Garro, Rosario Castellanos. También a Octavio Paz, Alfonso Reyes y muchos más que se han significado para propagar la cultura a través de sus letras.
No somos un país de muchos lectores, se leen pocos libros al año por persona, en América Latina nuestro país no encabeza listas en materia del consumo literario, aunque siempre será un imperativo retornar por la ruta de lo sensible y acudir a las lecturas que incrementan los acervos de reserva cultural tan útil como necesaria.
Escritores mexicanos tenemos muchos desde siempre y si hurgamos más en la literatura universal los motivos resultan infinitos, sin embargo no se lee. Tan fácil como comenzar a leer a Octavio Paz o Samuel Ramos, incluso a los dos, para llegar a la raíz de lo que somos y que magistralmente lo señalan ambos en los ensayos El laberinto de la soledad y Perfil del hombre y la cultura en México.
Si acudimos a etapas antiguas las obras saltan desde el ostracismo a donde los condena el olvido en muchos casos, El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha en español, o las obras de aquel bardo griego más antiquísimo, Homero, con sus poemas épicos de La Iliada o La Odisea, en lengua como la inglesa y la alemana figura William Shakespeare o Goethe con Hamlet o Fausto, respectivamente.
La letra no mata, más bien potencia la vida, recrea al universo y despierta la imaginación, no todo es televisión o plataformas virtuales porque las imágenes que ofrecen los libros son diseñadas desde el fondo de cada quien. Libros para todo, desde un sensual poema de Pablo Neruda como el primero del texto 20 poemas de amor y una canción desesperada o la introducción de la obra El hombre mediocre del maestro argentino José Ingenieros, misma que es un discurso que sublima y sacude al invocar a Sócrates, Jesús de Galilea o Giordano Bruno, una pléyade de seres diferentes.
Incluso si acudimos a la etapa párvula para regresar sobre las huellas de aquel clásico cuento El Principito de Antoine de Saint Exupéry para recordar que lo esencial no se ve con los ojos sino con el corazón. En tiempos como los que vivimos es conveniente regresar a las letras o seguir en