La política es el paraíso de los charlatanes
Bernard Shaw (1856-1950). Dramaturgo irlandés
Otrora uno de “tres grandes”, el PRD es hoy una caricatura de partido, un remedo de partido que perdió todo el decoro, el pudor y el recato que pudo haber mantenido luego de un inicio esperanzador, hace poco menos de tres décadas, de ser una alternativa partidista, ante todo, decente, con vergüenza y ética. Así nació. Hoy hace intentos desesperados por alargar su agonía pero en condiciones que rayan en el ridículo.
Nadie puede llamarse sorprendido de que Ricardo Anaya haya masacrado a lo que quedaba del perredismo; se trata de un político sin escrúpulos, que aplasta, no negocia. Que apabulla, no cabildea. Que no tiene empacho en traicionar si están de por medio él y sus intereses. Nadie puede cuestionarle nada, porque sólo los muy ingenuos –de alguna manera decente hay que llamarles- no entendieron desde un principio que Anaya buscó siempre materializar su ambición presidencial.
De hecho, utilizó astutamente la desesperación perredista por evitar que 2018 se volviera su sepultura como partido nacional, mostrándole una zanahoria disfrazada de alianza. Anaya no tuvo empacho en ponerse al pie de la cama del enfermo terminal para ofrecerle la salvación o, al menos, alargar su agonía, pero sabiendo que él, el panista, igual requería a ese moribundo para dar la impresión de un “gran frente” para copar a López Obrador y al mismo tiempo al PRI.
Y como un perdido va a todas, y un moribundo toma el remedio que le den, el PRD entendió que su tabla de salvación para el 2018 era venderse al PAN, mejor dicho, prostituirse con Anaya. Cual meretriz profesional, el PRD comenzó cotizándose alto en sus tratos con el PAN, éste ofreció menos, comenzó la negociación y aquello terminó donde tenía que terminar: en la cama. Cama política, pero cama.
Pero de Anaya nada debe sorprender. Ética y moral no están inscritas en su diccionario personal. Pero, para ser francos, yo esperaba algo más de decoro del PRD, más vergüenza, menos deshonra.
Se ofreció al primer cliente que encontró, y éste probablemente le dé respiración de boca a boca para alargar la fatalidad. Sólo para eso. El PRD no tuvo los arrestos para morir luchando, de cara al sol. Prefirió el camino vergonzoso de la prostitución, el pragmatismo antes que la decencia. Cierto, jugar solo la presidencial, era el hara kiri, difícilmente obtendría la votación siquiera para preservar su registro, pero me parece que hubiera sido más digna la lucha por la sobrevivencia, aún con un desenlace fatal, que ampliar artificialmente una vida ya lastimosa y ridícula.
Va a la elección presidencial como la chacha de Anaya, como el sirviente del PAN. A ese patético papel quedó reducido el otrora “tercer grande” entre los partidos nacionales. En verdad, qué pena por el PRD. jaimelopezmartinez@hotmail.com twitter@jaimelopezmtz>