El Partido de la Revolución Democrática es ya una organización que a nivel nacional está en la extinción, sobrevive regionalmente, como el caso Michoacán, aunque sin un futuro alentador puede convertirse en el cabús de Morena para garantizar una precaria sobrevivencia política. El PRD fue un partido regularmente distante de la institucionalidad, apegado a liderazgos o mejor dicho a sus caudillos, rehén de las corrientes que se disputaban, con todo, los espacios de poder.
El PRD surgió con la esperanza de competir contra el Partido Revolucionario Institucional en un momento coyuntural tras el presunto fraude electoral del gobierno de aquellos entonces en el que figuraba Manuel Bartlett como secretario de Gobernación, nos referimos a los comicios del 6 de julio de 1988. En aquella contienda Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano fue el abanderado por el Frente Democrático Nacional, la coalición de partidos que irrumpió con fuerza en el ámbito nacional. En Michoacán, por ejemplo, el Frente Democrático Nacional ganó doce de trece diputaciones federales y las dos senadurías, la citada entidad fue el bastión natural de la oposición más vinculada a la izquierda.
Ya han transcurrido 36 años de la fundación del PRD, no figura más como la organización de izquierda que fuera exitoso en sus tiempos, Morena lo desplazó en poco tiempo, el ahora partido oficial ya ha ganado dos veces la presidencia de la república, tiene la mayoría en las gubernaturas y en el Poder Legislativo, aunque sus principales cuadros tienen la procedencia perredista.
El perredismo tuvo logros importantes, influyó notablemente para la fundación del entonces Instituto Federal Electoral -ahora INE-, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y también abrió brecha para una mayor participación de la mujer en actividades políticas. Esa ya es la historia, en la actualidad ya no tiene cuadros que aglutinen carisma así como un proyecto claro y preciso de nación.
Un gran problema que enfrentó el PRD desde sus primeros años fue la proliferación de corrientes y sectas no para motivar el debate sino para la repartición de candidaturas y prebendas, lo cual fue minando la precaria institucionalidad, hoy día el perredismo está extinto, queda una precaria militancia más por inercia que por otra razón.
Bien lo apuntó el sociólogo Max Weber al expresar que las organizaciones políticas son marcadas por su origen, el PRD fue la suma de grupos heterogéneos, de una diversidad que provocó rupturas que mellaron su fortaleza.
Actualmente ya el PRD es un recuerdo que evoca los tiempos idos, sus liderazgos más destacados fueron Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, posteriormente se resquebrajó y hasta organizó alianzas con el Partido Revolucionario Institucional y el Partido Acción Nacional, originalmente sus némesis. Las ideologías han sucumbido ante el pragmatismo que suele absorber los principios para buscar otros finales.
De momento en nuestro país ya no existe una auténtica oposición, los liderazgos opositores suelen ser grises, vacíos y sin mayores atractivos, tal es la realidad que tenemos. El PRD es ya parte del pasado, un referente, en su momento con méritos indiscutibles, ahora es una organización que a duras penas sobrevive en algunas entidades y nada más.