TIERRA CALIENTE, IMPLACABLE
La verdadera violencia que genera terror, sufrimiento y despojo es lo que vivieron los poco menos de 300 habitantes de la comunidad de El Alcalde, municipio de Apatzingán, quienes tuvieron que abandonar sus humildes casas y terrenos, para salvar su vida de los grupos criminales que se disputan la zona.
Y es que la pequeña comunidad, de una sola calle, se quedó completamente vacía, como pueblo fantasma, luego de que la noche del 15 de marzo pasado, sicarios del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y de Los Caballeros Templarios convirtieran la calle principal del rancho –una avenida de terracería de un par de kilómetros de longitud– en un escenario de guerra que quedó repleto de casquillos de bala.
Esa noche, los sicarios de uno y otro bando utilizaron las casas del pueblo para esconderse y a los vecinos como ‘escudos humanos’, desplegaron todo su arsenal de minas explosivas y drones para atacar a sus objetivos con bombas que caían en mitad de la noche cerrada.
Los campesinos con terror de esos estos aviones no tripulados que les parecen de ciencia ficción, en un rancho polvoriento y seco donde hay más caballos y bueyes que coches o motocicletas.
Solo cuatro ancianos no huyeren del rancho, si algo les tenía que pasar, que les pasara en las casas donde nacieron–, explicaron, además aseguraron que el éxodo masivo de ésa y de la comunidad vecina, El Guayabo, comenzó a fraguarse un par de años atrás, cuando el CJNG llegó a instalarse a los cerros de alrededor de ambas comunidades.
La lucha, contaron los pobladores, es porque CJNG busca arrebatarles a plomazos a los del cártel ‘local’ –Caballeros Templarios– el control del cobro de extorsiones a los productores de limón que tanto abundan en esta región de Tierra Caliente, y de sus tierras, las cuales muchos riegan con el a-gua que el mismo cártel les vende.
También busca apoderarse del control del cobro de piso a vecinos que tienen pequeños locales para ir sobreviviendo en esos pueblos remotos y empobrecidos de Apatzingán.
Pueblos como El Alcalde y El Guayabo, dos comunidades divididas apenas por un riachuelo estrecho y de poco caudal, que quedaron atrapadas en mitad del fuego cruzado de los cárteles y sus extorsiones, lucen desiertos tras el enfrentamiento a balazos y bombas artesanales la noche del 15 de marzo de 2025.
Esta es sola una historia cotidiana de las muchas que se vive en Michoacán; esta es la realidad que las autoridades no quieren aceptar y al desdeñarla, propician que sigan los enfrentamientos, el despojo y el terror.