La corrupción lleva infinitos disfraces
Frank Herbert (1920-1986) Escritor norteamericano
Que Juan Carlos Campos busque nuevamente ser alcalde de Zitácuaro, solo puede entenderse como parte del cinismo y la desfachatez que envuelve a la mayor parte de los integrantes de la clase política mexicana…pero también como evidencia de la ausencia de respeto a sí misma de nuestra sociedad.
Me explico: Campos ha anunciado que buscará la candidatura de su partido, el PRI, a la alcaldía zitacuarense. ¿Y qué tiene eso de particular, si es un derecho que le asiste? En efecto, Campos tiene a salvo todos sus derechos políticos y legales para aspirar a ser alcalde de su municipio o para ser secretario general de la ONU, si se lo propusiera.
¿Y entonces?, pues nada, que Campos fue protagonista de aquel audio escándalo de hace casi cinco años, en el que él y el entonces diputado federal, hoy legislador local, Ernesto Núñez, fueron grabados presuntamente armando la logística para un fraude con recursos federales.
Cierto, sobre ninguno de los dos hubo sanción penal ni de ningún tipo, pero eso fue porque ya se sabe que el sistema está hecho para proteger a los políticos y servidores públicos.
Es evidente que cualquiera con un mínimo de decoro, dignidad y vergüenza, se habría escondido al menos un buen número de años, una vez sorprendido en un intento de “moche”, es decir, al ser descubierto como un auténtico sinvergüenza. Un político con pudor se retira para siempre, pero ni Núñez ni Campos consideraron ese intento de “moche” un hecho lo suficientemente grave como para arriar banderas en su actividad política. Así, apenas meses después del vergonzoso episodio, Núñez ya estaba buscando otra diputación, ahora local, la cual increíblemente logró. Sólo unos meses después del bochornoso caso de los moches, Núñez estaba en campaña recorriendo las colonias morelianas en busca del voto popular.
Y Campos, por las mismas: no tan próximo al lamentable suceso, pero ha decidido ahora sacar otra vez la cabeza, para buscar la candidatura priísta a la alcaldía de Zitácuaro, igual que Núñez, como si nada hubiera pasado, como si el audio no fuera una puñalada a la dignidad y la ética.
En el colmo, Núñez incluso se hizo el ofendido y arremetió legamente contra la promotora cultural que le grabó en su sucia maniobra. Afortunadamente, su demanda no procedió y un juez le dio un portazo en la nariz. Campos al menos reconoció la irregularidad en que cayó, y quizá con eso consideró que el asunto estaba salvado.
¿Con qué cara Núñez y Campos pueden volver a pedir la confianza ciudadana? Bueno, el primero lo hizo y, patéticamente, el electorado votó por él. No dudo que si Campos es candidato del PRI a la Presidencia Municipal de Zitácuaro, pueda ganar. Por eso decía que en todo caso la responsabilidad no es solo de ellos, al menos la mitad es también de la ciudadanía, que perdona burdos hechos de corrupción a todos los políticos.
Campos, además, reconoció que cayó en nepotismo, al designar a un familiar como funcionario de su ayuntamiento, aunque para él no sea ese un delito grave ni muchos menos. Reconoció también que es una práctica común que los alcaldes den el moche a los diputados y reconoció en un noticiero radiofónico de la capital del país, que dio “diezmo” al crimen organizado. No parece haberle faltado nada para ser la antítesis de la pulcritud en el servicio público.
Por eso, los políticos mexicanos siguen en la corrupción total, sin decoro, sin pudor alguno, y sin siquiera temerosos de ser descubiertos, porque saben, y saben bien, que el ciudadano es punto menos que imbécil. Perdón, pero así es. No se explica de otra manera porqué alguien como Núñez puede volver a ser diputado, y otro como Campos intente regresar a la alcaldía zitacuarense e, insisto, lo más probable es que pudiera cumplir sus sueños. Supongo que aun quedan muchos moches por repartir y mucha parentela por incluir en la nómina. Vaya combinación la que tenemos en México: funcionarios corruptos y electores imbéciles. Por eso el país está como está.