La dictadura es el sistema de gobierno en el que lo que no está prohibido, es obligatorio
Enrique Jardiel Poncela (1901-1952). Escritor español
Hace tres años, Silvano Aureoles fijó como reto principal remontar los rubros educativo, de seguridad y financiero, claramente deficitarios en Michoacán.
A la vuelta de este tiempo, y justo a la mitad de su gobierno, Aureoles ha pasado y enfrentado de todo, desde una gestoría exitosa ante el gobierno peñista, hasta el dique interpuesto desde ahora por Andrés Manuel López Obrador.
Su gabinete, evidentemente, ha sido disparejo, y ha tenido que sacudirlo en más de una ocasión. Sin duda, se equivocó en nombramientos como los originales de Turismo, Salud y Desarrollo Económico, pero enmendó sobre la marcha. Segob, con dos titulares, Finanzas y Comunicación Social, han sido sin duda sus principales bastiones, si de resultados se habla. No puede decirse necesariamente lo mismo de otras áreas, como Cultura y Desarrollo Social, por ejemplo.
En lo político ha sufrido reveses: apostó públicamente por José Antonio Meade y ya se sabe el resultado electoral. Su partido, el PRD, perdió de todas todas el primero de julio y ahora tendrá un Congreso claramente opositor. En contra partida, nadie puede regatearle que su aparentemente inagotable capacidad gestora ha permitido a su gobierno mantenerse a flote, en medio de la peor crisis financiera de la historia reciente de la entidad. Cualquier otro gobierno hubiera ido a pique en las condiciones financieras que el de Aureoles ha enfrentado.
En educación ha logrado aplicar, contra viento y marea, la reforma sectorial, si bien sigue pendiente contener la voracidad depredadora de la Cnte, y en seguridad sería injusto no reconocer avances en regiones hasta hace poco fuera del control institucional, si bien delitos como asaltos y robo de vehículos, van a la alza.
A partir de ahora, viene el mayor reto de Aureoles: cómo solventar sus claras diferencias políticas con el lopez obradorismo, para no poner en riesgo la marcha institucional del gobierno. El talante antidemocrático y revanchista del presidente electo, hacen augurar cuesta arriba el panorama.
Silvano es un guerrero, antes que nada, me dijo Adrián López Solís hace tres años, en alusión a que la derrota de la elección de gobernador de 2011 no lo desbarrancó, sino que sacando fuerzas de flaqueza, remontó la cuesta y tras arriesgarse a una elección por Zitácuaro, se encaramó hasta la cúpula en San Lázaro, como catapulta para, en la segunda oportunidad, ganar el Solio de Ocampo.
Pues ese espíritu de guerrero lo tendrá que sacar a relucir y no guardarse nada, porque el panorama federal parece cuesta arriba. Si lo saca, Aureoles puede ir pensando en el 2021, en su proyecto político sucesorio. Veremos.