La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos en todas partes, diagnosticarlos erróneamente y aplicar las soluciones inadecuadas
Ernest Benn (1875-1975) Editor inglés
El alcalde Raúl Morón ha decidido desechar todo, y todo es todo, lo que huela a Alfonso Martínez, Salvador Abud, Wilfrido Lázaro, Fausto Vallejo y demás antecesores suyos, comenzando por cambiar cualquier estilo y visión de gobierno, para lo cual anuncia que dividirá la ciudad en un centenar de regiones, para que sectores sociales se hagan cargo de ellas, lo que sea que eso signifique.
Se da por sentado que todo gobernante busca imprimir su propia huella y estilo, y eso es no sólo justificado, sino necesario. Empero, mandar todo lo que dejó el antecesor al bote de la basura no por una razón de peso, sino por el prurito de hacerlo, es absurdo. No puede partirse de la premisa de que todo lo que no ideo yo, está mal.
Mandó al diablo el programa de becas a estudiantes; le dio un giro completo al perfil del Colegio de Morelia; dio marcha atrás en el comodato del complejo deportivo Bicentenario al gobierno estatal; hizo cera y pabilo del programa Morelia Next, vaya, hasta cambió el color de la iluminación de Catedral, todo, con tal de borrar cualquier vestigio de Alfonso Martínez.
Si esos cambios fueran para mejorar, se entendería, pero es claro que los hace indistintamente, sólo bajo la lógica del cambio por el cambio mismo, se ocupen o no, sirvan o no.
En ese entorno, anuncia este miércoles que propondrá un Acuerdo por Morelia, que lleva por lema “juntos por la transformación de Morelia”. Diligente, el jefe de prensa de la Comuna, Antonio Aguilera, me hace llegar el documento. Lo leo hasta tres veces y no le encuentro ni pies ni cabeza, nada que no sea la trillada “participación conjunta de sociedad y gobierno para mejorar las condiciones de vida de la población”. Generalidades, vaguedades, abstracciones.
Es el mismo fundamento que tuvo históricamente el Consejo de la Ciudad, pero que también se decidió borrar para dar paso al modelo moronista. Es decir, la misma gata, sólo que revolcada.
Eso, como sea, puede pasar, acostumbrados como estamos a que cada gobernante a todo le pretenda imprimir su sello personal o político –no es coincidencia, desde luego, incluir el nombre de “transformación” al acuerdo propuesto de Morón, por aquello de la “cuarta transformación” lopezobradorista.
No, el asunto es que para justificar el nuevo modelo, Morón se ha enredado en un galimatías, poniendo sobre la mesa dividir a la ciudad en cien “territorios”, para que “alguien”, sin poderse precisar quién o quiénes, se haga cargo de uno o más de esos territorios. ¿Pero hacerse cargo de qué, para qué, con qué objetivo, cómo? Son preguntas sin respuesta en el Acuerdo por Morelia, y tengo la impresión de que ni el propio Morón las tiene con claridad.
El peligro es que el edil pueda empezar a perderse en un tobogán de ideas “nuevas”, propuestas “inéditas”, que terminen por enredar su gobierno y no le conduzcan más que al caos y la pérdida de tiempo. Habrá que confiar en que no sea así, y que por el contrario, tenga todo bajo control, que visualice con plenitud su Acuerdo por Morelia y en general, sus acciones gubernamentales, que éstas tengan sentido y no sean sólo resultado de la necesidad de borrar por borrar todo lo anterior a su llegada a la Comuna. El tiempo dirá.