A las dictaduras les pasa lo que a las bicicletas: si se paran, se caen
Maruja Torres (1943-?) Periodista española
Raúl Morón está en todo su derecho de delinear y echar a andar la estrategia de comunicación social que considere pertinente. Cada gobierno, cada mandatario lo hace. A algunos les resulta, a otros no.
El alcalde capitalino decide suprimir su relación publicitaria con los medios de comunicación –supongo que con todos-, para dar paso, infiero también, a la contratación de espacios por campaña o por necesidades de difusión de su gobierno. Es correcto.
Morón debe estar cien por ciento seguro que hará un gobierno sin mácula, sin sombra de duda alguna, sin el menor viso de corrupción o desvío alguno. Enhorabuena por ello, ojalá lo logre, aunque hasta ahora, no he visto un ayuntamiento, un gobierno de cualquier nivel así, intachable. Simplemente, no existe.
Y debe tener esa certeza absoluta, porque caso contrario no tendrá asidera alguna para soportar el vendaval que se le puede venir. El ayuntamiento de Morelia es una administración burocrática enorme, que maneja cientos de millones de pesos al año, que licita cientos de servicios y obras, que opera una infinidad de programas de contacto ciudadano que vuelven casi imposible que al paso de tres años, nadie salga manchado.
Morón no quiere saber nada de los medios. Es válida su postura. Evidentemente, ahora su compromiso de gobernar bien la capital es mayor, mucho mayor, dado que al ir dejando muertos en el camino, su idea de ser candidato a gobernador se nulifica casi por completo, y dedicará cuerpo y alma, sin distracción futurista alguna, a los morelianos.
La baraja morenista se reduce: Cristóbal Arias, Germán Martínez, Alfredo Ramírez. Éstos, felices de la estrategia “aguilarista”. Unos se suben, otros se bajan del carrusel. Todo es válido, todo es respetable. Cada quien y sus aspiraciones. Al tiempo.