En un país bien gobernador, debe inspirar vergüenza la pobreza. En un país mal gobernador, debe inspirar vergüenza la riqueza
Confucio (551-479 AC)
Nadie puede aplaudir, por supuesto, la aplicación de impuestos. Y menos en un país donde históricamente el pago de ellos por lo regular no se ve reflejado en acciones y programas de beneficio social.
En el primer mundo, tampoco es que los ciudadanos paguen con una sonrisa sus impuestos, pero al menos lo hacen convencidos de que mayoritariamente, ese dinero aportado por ellos se devolverá en carreteras, alumbrado público, hospitales, servicios municipales. Y es que en sociedades avanzadas, el impuesto va primero para servicios y lo que queda es para mantener al propio gobierno que lo recauda. En México, como en los países pobres y corruptos, el impuesto preponderantemente va al mantenimiento de una obesísima burocracia, y lo que queda, si es que queda, va para servicios para la población.
Así, que se apliquen impuestos no puede causar una satisfacción a nadie, ni siquiera al gobierno que los diseña y cobra, porque claramente le resulta adverso en términos de posicionamiento político y, si se quiere, electoral.
Los gobiernos estatales en nuestro país, regularmente no aceptan aplicar impuestos propios, seguros de que la mayor parte de sus recursos anuales vienen de la Federación, la gran responsable del cobro de los más importantes impuestos. Y así ha operado por décadas, pero salvo Tabasco y la Ciudad de México, todas las entidades recibirán un severo ajuste a la baja en las participaciones federales durante 2019, por una política concentradora del poder y del manejo del dinero público del gobierno lopezobradorista.
Así, a los estados no les está quedando de otra que diseñar algún impuesto a nivel local, que compense el mazazo federal. Es el caso michoacano. En todo caso, el gobierno silvanista está obligado, una vez que el Congreso le aprobó un aumento de un punto porcentual al Impuesto a la Nómina, a dos cosas: una, a reducir notablemente su gasto corriente y, dos, a aplicar íntegra y transparentemente el recurso excedente que recaude por ese concepto extraordinario, en el combate a la inseguridad, como se argumentó en la iniciativa legislativa.
Y para el caso del impuesto a empresas contaminantes, también aprobado por el Congreso del Estado, me parece que ese no debiera tener mucha discusión: el perfil recaudatorio pasa a segundo término; lo relevante es inhibir la acción depredadora de muchas empresas, y eso no puede objetarse.
Así, sobre todo en el caso del Impuesto a la Nómina, el gobierno estatal deberá ser sumamente pulcro en garantizar su aplicación en el rubro descrito. Sólo así se podrá justificar. Veremos. jaimelopezmartinez@hotmail.com twitter@jaimelopezmtz>