Nunca he permitido que la escuela entorpezca mi educación
Marx Twain (1835-1910) Escritor norteamericano
Medardo Serna, estoy convencido, es una buena persona y un eficiente investigador. Lamentablemente, no puede decirse lo mismo de su paso como rector, pero lo peor, es que si no fue bueno y eficiente como tal, es porque él mismo no quiso, él fue su propio obstáculo, porque bien pudo.
Un cronista radiofónico de futbol de la ciudad de Irapuato, terminaba sus narraciones así: se hizo lo que se pudo, que hagan más lo que más puedan. Filosofía realista, que obliga a dar todo, aunque siempre habrá alguien mejor y habrá también circunstancias fuera del alcance propio para encarar. Pero el que lo da todo, el que no se guarda nada, debe quedar conforme. Al cronista le decían “El Carero” y se apellidaba Vázquez. Fue todo un símbolo del periodismo irapuatense en los setenta.
Pues al concluir este martes su periodo de cuatro años al frente de la Universidad, Serna no puede decir lo mismo que “El Carero”. Éste terminaba satisfecho sus narraciones, porque había entregado todo. Serna no puede terminar satisfecho, de hecho nadie lo está con su actuación, porque, contrario al cronista, él no entregó todo.
Seguro dio todo su esfuerzo y tiempo, pero le faltó valor para no pasar a la historia como un rector más. Tuvo todo para ser “el rector”, no “un rector”, pero al final no quiso.
Sus dos primeros años fueron altamente exitosos, hacían augurar que era el rector que la Michoacana requería, sobre todo por el empeño y compromiso que puso para diseñar la reforma estructural que la institución necesitaba, necesita y necesitará. La oposición de las mafias depredadoras disfrazadas de sindicatos nicolaitas, no le amedrentaron y organizó incluso una decena de foros de altísimo nivel, para que nicolaitas y no nicolaitas analizaran y, sobre todo, propusieran alternativas de solución a la crisis económica que desde hace un par de décadas ahoga a la Universidad.
Al final, Serna y su equipo sistematizaron los resultados de los foros y formularon un compendio realista, viable, sensato, que incluía medidas obligadas como el diseño de un fondo de jubilaciones y pensiones con aportaciones de los empleados y profesores; reducir conceptos salariales absurdos, como bonos y otras estupideces; ajustar y transparentar el presupuesto de las casas de estudiantes; implementar una política de jubilaciones anticipadas y congelación de plazas, de tal forma que en poco tiempo sólo hubiera la plantilla laboral realmente requerida, y no la obsesísima que hay hoy producto de la corrupción sindical y la venta de plazas, entre otras medidas de fondo más.
Serna no era el responsable de implementar esos cambios, pero sí diseñarlos, lo que en efecto hizo, y luego entregarlos como propuesta al Congreso del Estado, la única instancia facultada para modificar la Ley Orgánica Universitaria. Y todo el buen paso que llevaba el rector, hasta ahí llegó. Fue amagado por el crimen organizado que ronda los pasillos universitarios, bajo el disfraz de líderes sindicales, y tuvo temor de llevar la propuesta a los diputados, para lo cual pretextó que lo ideal era que llevara el visto bueno de toda la comunidad nicolaita, sobre todo de los sindicatos.
Serna sabía que ello nunca iba a ocurrir, pero se aferró a manera de pretexto para congelar la propuesta. Es probable que aún si la hubiera enviado a los diputados, éstos tampoco hubieran aprobado ningún cambio, temerosos como igualmente son, pero al menos el rector hubiera dejado a salvo su prestigio y su nombre.
Le dio pavor confrontar a los sindicatos y de cualquier forma terminó su rectorado detestado por éstos. Serna pudo haber salido por la puerta principal de la Universidad, quizá sin cambios estructurales, porque no dependían de él, pero sí con la cara en alto por haberlos empujado hasta el límite de sus posibilidades y capacidades. Prefirió al final la posición comodina de todos sus antecesores, de nadar de “a muertito”, e implementó, sólo para cubrir el expediente, dos o tres ajustes menores, pero nada estructural.
Serna sale por la puerta de atrás porque no emuló al “Carero”. No echó su resto, no entregó todo. Ni hablar, pudo haber sido “el rector”, y sólo fue “un rector”. Un rector más. jaimelopezmartinez@hotmail.com twitter@jaimelopezmtz>