El tirano reclama vino dulce de las uvas ácidas
Khalil Gibran (1883-1931) Poeta libanés
Calzada Juárez, al filo de las once de la mañana de este lunes: una joven es despojada de su teléfono celular por un tipo; para mala suerte de éste, y buena para ella, varios automovilistas se percatan del atraco, logran copar al delincuente, someterle y luego propinarle tremenda golpiza, a la espera de entregarlo a la Policía.
Ésta, la autoridad, arriba mucho tiempo después y, efectivamente, se lleva detenido al ladrón.
Lamentablemente, se trata de una escena cada vez más frecuente, tanto en el ilícito en sí, como en su desenlace. Y da pie desde luego a que, otra vez, se desate la polémica respecto a la legitimidad o no de hacerse justicia por propia mano.
Los puristas de la ley dirán que hacerlo es caer en la ley de la selva, donde cada quien, si es que puede, se hace justicia, lo que ciertamente también genera estados de posible injusticia y de riesgos aún mayores.
Las víctimas del delito por supuesto justifican cualquier acción en ese sentido y evidentemente aplaudirán el desenlace de este lunes en la calzada Juárez, ante la evidente inacción gubernamental.
Es un hecho que si la chica asaltada y aún los testigos tratan de obrar como en teoría debieran, hablando de inmediato al 911 para exponer los hechos y solicitar la presencia policíaca, ésta llegará cuando el ladrón seguramente haya ya empeñado el celular y hasta tiempo haya tenido después para ir a comprarse su dosis de marihuana o de alcohol.
Cierto, en una sociedad que se respete a sí misma, desarrollada, de leyes, donde sí haya estado de derecho, sería impensable, o en todo caso menos probable, aceptar que cada quien se defienda y cuando sea víctima de un delito, se cobre la afrenta él mismo también. Pero esto es México, donde el estado de derecho y la ley no son términos inscritos en el vocabulario de la clase política, donde el gobierno prefiere que la Guardia Nacional escolte a un actor en una presentación en Yucatán, a tenerla vigilando las calles, como la calzada Juárez de Morelia, por ejemplo, para inhibir la acción de los delincuentes.
Visto así de crudo, pero de real, y aunque no sea políticamente correcto, me parece absolutamente justificada, y secundable, la acción de los automovilistas este lunes en Morelia. Como diría el gran Pelé: “yo, lo haría”.
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