Donde hay poca justicia, es un peligro tener razón
Francisco de Quevedo (1580-1645) Escritor español
No son pocos, ni menores, los retos que Adrián López Solís tiene al frente de la primera Fiscalía General del Estado, pero me parece que los más relevantes pueden sintetizarse en los siguientes:
Uno: demostrar, con hechos, que la desaparición de la Procuraduría de Justicia y la creación de la Fiscalía, no se reduce sólo a un cambio de etiqueta, de mero nombre, sino que realmente es una transformación de fondo en la responsabilidad del Estado Mexicano de garantizar un acceso eficaz y oportuno a la procuración de justicia para la sociedad.
Dos: poner en evidencia que el motor de ese cambio, la autonomía e independencia que por ley tiene la Fiscalía ahora –contrario a la Procuraduría, que siempre dependió formalmente del Ejecutivo-, realmente incidirá en otro modelo de actuación de la figura del ministerio público, como el representante del Estado ante quien es agraviado por un hecho delictivo.
Tres: despejar toda sombra de duda de que su cercanía histórica con Silvano Aureoles será un obstáculo para una digna actuación como Fiscal. Ambos son amigos de toda la vida, eso ninguno lo niega, pero López Solís debe demostrar que tiene la capacidad para borrar todo indicio de ser un “fiscal carnal”, y manejarse con la autonomía, objetividad y profesionalismo que se espera de él.
Cuatro: no permitir, en el ámbito de lo que le corresponda, que lo poco que se ha avanzado en términos de combate a la inseguridad y la criminalidad en Michoacán, se ponga en riesgo, sino al contrario, incidir para apuntalar más ese camino, a través de una herramienta clave: la no impunidad en delitos contra los michoacanos.
Cinco, y para que no haya impunidad, o ésta se reduzca lo más que sea posible, deberá generar un escenario de confianza para alimentar la cultura de la denuncia, a través de señales contundentes de probidad y decisión y, obvio, de resultados.
Seis: debe ir a fondo en una cruzada contra las mafias que hay al interior de la oficina que hoy llega a dirigir, porque si bien no existe más la Procuraduría, sí prevalecen sin duda los grupos de poder delictivo que al amparo de un uniforme, una pistola y una identificación, se dedican a la extorsión, el secuestro y varias modalidades más de delito.
Evidentemente podrían enlistarse decenas de retos para López Solís, pero me parece que esos seis concentran la parte medular del compromiso que tiene frente a sí. Veremos cómo los encara. Hasta donde alcanzo a percibir, se trata de un tipo decente y serio, para nada carismático ni bonachón, pero con solvencia moral y ética para no arrepentirnos por su nombramiento. Veremos si es así.
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