El verdadero destructor de las libertades de un pueblo es aquel que le reparte regalos, donaciones y beneficios:
Plutarco (46 C. – 120 C.) Historiador griego
Hace veinticuatro años, Víctor Manuel Tinoco Rubí encarnaba al gobernante y político en toda la extensión de la palabra: ideó y ejecutó un proyecto que le devolvió la dignidad a la capital y a sus habitantes.
Hace veinticuatro años, Morelia amanecía radiante, esplendorosa. La belleza de su centro histórico, opacada por dos décadas por el comercio en la vía pública, resurgía más brillante que nunca.
Dos décadas en que la corrupción y la incapacidad de los gobiernos estatales y municipales, permitieron el empoderamiento del ambulantaje, cuyos líderes se volvieron amos y señores del corazón moreliano. Ningún gobernador ni alcalde se atrevía a siquiera aludir a un posible reordenamiento. Con el chantaje de que los ambulantes eran “pueblo” que necesitaba trabajar, nadie osaba tocarlos, los líderes se volvieron millonarios, el turismo se alejó, los morelianos de la última generación no conocían las bellezas de su ciudad, y la anarquía y el caos fueron el signo de esos aciagos días.
Como gobernador, Tinoco tuvo el tino, pero también los arrestos y la creatividad, para diseñar un plan que le devolviera la dignidad a Morelia, recuperando su centro histórico.
Primero, gestionó la construcción de la nueva Central de Autobuses, para evitar el movimiento de miles de camiones por día en la zona céntrica, y construyó tres terminales más de corte suburbano en las principales salidas de la ciudad. Luego, mandó a la periferia a buena parte de las oficinas estatales, y maniobró para que el Ayuntamiento hiciera lo propio. Construyó con recursos estatales el magno y dignísimo nuevo complejo del Poder Judicial en la Calzada La Huerta.
Cristalizado la parte A del plan, venía la segunda, más compleja: la reubicación del comercio informal. Compró varios inmuebles del centro, los adecuó para albergar locales comerciales dignos, convenció a muchos ambulantes, ciertamente no a todos, para que se reubicaran en esas nuevas plazas. Y la noche del 5 de junio de 2001, un operativo policiaco que no tuvo que emplear un empujón levantaba las tiendas y toldos del comercio de plazas y calles del centro. Punto.
El plan integral evidenció las características de un buen gobernante: visión de estado; capacidad de dialogar y negociar, así como de gestionar recursos públicos e inversiones privadas para respaldar acciones gubernamentales; ver ante todo por los gobernados y, en caso de ser necesario, tener el valor de saber cómo y en qué momento hacer uso de la fuerza pública. Todo le salió a Tinoco a pedir de boca. Fue un parteaguas el que marcó ese 5 de junio.
Un nivel de gobernante que no se ha repetido en la entidad. Perdón, pero las cosas, como son. X@jaimelopezmtz