Donde hay poca justicia, es un peligro tener la razón
Francisco de Quevedo (1580-1645) Escritor español
Este martes 15 se cumplen doce años de, al menos, cuatro infamias. La noche del 15 de septiembre, como es imposible olvidar, tuvo lugar la detonación de granadas en plena ceremonia de El Grito, justo en el corazón de Morelia, en la plaza Ocampo. El saldo: ocho civiles muertos y más de ciento treinta heridos, algunos con lesiones de por vida.
El hecho en sí constituye la primera infamia: se trató del primer atentado terrorista contra población civil al menos en los últimos cien años en México.
Segunda infamia: una presunta reunión entre las áreas policiacas del gobierno de ese tiempo, encabezado por Leonel Godoy, y cabezas del cártel La Familia Michoacana, habría derivado en una “estrategia” conjunta para deslindar a dicha organización delictiva del atentado, y que todo apuntara hacia Los Zetas, el grupo antagónico en esa época de la Familia.
Para ello, tres civiles fueron levantados en Apatzingán y “puestos” para que la Policía Federal los encontrara, producto de una llamada anónima. A esos tres individuos, mediante tortura se les obligó a declararse culpables, y pasaron casi ocho años en prisión, hasta que un juez les decretó la libertad, luego de que presentaran cientos de testimonios y pruebas de que el día y a la hora del atentado en Morelia, ellos se encontraban en el lejano Apatzingán brindando por la Independencia de México. La reunión entre jefes policiacos y de la Familia Michoacana, fue reportada por la revista Proceso, y nunca desmentida por el gobierno del estado.
Tercera infamia: a doce años de la tragedia, ésta sigue en la más completa impunidad. Los tres acusados injustamente fueron sólo chivos expiatorios para aparentar eficacia policiaca, pero en realidad se buscó proteger el nombre y la imagen, si es que esto fuera posible, del cártel michoacano, sobre el que finalmente pesan las más sólidas sospechas respecto de la autoría intelectual y material de los granadazos.
Y cuarta infamia: a la vuelta de los años, se sigue escamoteando el apoyo y las indemnizaciones a las víctimas de la tragedia, que tienen que mendigar ya no digamos justicia, que nunca se dará, sino al menos apoyos desde la esfera gubernamental. Y la razón es muy sencilla: un poder público que no es capaz de dar seguridad a sus gobernados, que luego inventa culpables y que al final garantiza impunidad ante una tragedia así, no tendría menos que, siquiera, indemnizar a víctimas de infamias como la que hoy recordamos, doce años después.
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