Vale la pena conocer al enemigo, porque en algún momento puedes tener la oportunidad de convertirlo en un amigo
Margaret Thatcher (1925-2013) Primera ministra británica
Hace una semana, a unas cuantas horas de bajar la cortina en su primer año de trabajos, el Congreso del Estado aprobó, con solo catorce votos de los cuarenta diputados que lo integran, una polémica y aberrante propuesta: entregar la presea Ocampo, la más importante de ese poder, al presidente López Obrador.
Obvio, los votos necesarios fueron de la bancada de Morena y sus aliados, porque sospechosamente la mayor parte de la oposición ya se había ausentado a la hora de dicha votación. Con dignidad, solo tres diputados priístas se atrevieron a votar en contra: Adriana Hernández, Guillermina Ríos Torres y Felipe de Jesús Contreras.
Hoy, la mayoría opositora, PRI, PAN y PRD, se encuentra en un dilema: acudir o no la sesión extraordinaria en la que se entregará la presea a López Obrador. Hacerlo, sería participar de un reconocimiento al presidente que lleva al país directo al precipicio. No hacerlo parecería un acto de descortesía política.
Fidel Calderón, mandamás del Congreso, y el propio gobernador Ramírez Bedolla, tendrían que trabajar horas extras para tratar de convencer a los legisladores opositores de que no hagan un desaire al presidente.
Empero, es altamente probable que, cosas de la vida o de la política, será el propio López Obrador el que salve la encrucijada: puede darse por descontado que declinará recibir la presea.
Y no lo hará por un golpe de humildad, mucho menos porque esté consciente de que no es merecedor de ella, sino porque evidentemente será enterado de la polémica desatada y, lo más importante, porque corre el riesgo de acudir a recibirla frente a menos de la mitad de los diputados, lo que obviamente significaría un desaire a su “alta investidura”, esa que, dice, tanto trata de cuidar, aunque paradójicamente sea él mismo quien la deteriore a más no poder.
En todo caso, dependerá de los propios diputados priístas, panistas y perredistas, el desenlace del embarazoso caso: si son “convencidos” de acudir, el presidente acaso acepte. En caso contrario, sin duda declinará. Ya cometieron la impudicia de avalar, con su inasistencia a la hora de la votación, o con su abstención, un reconocimiento a quien menos lo merece.
Por lo menos ahora tienen la oportunidad de limpiarse la cara, no acudiendo a la sesión, lo que, sin duda, significaría previamente que el presidente decline aceptar la presea. Y así, asunto arreglado. Veremos si impera la sensatez y, sobre todo, el decoro de los diputados michoacanos.
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