Las promesas que hicieron ayer los políticos, son los impuestos de hoy
William L. Mackenzie King (1795-1861) Periodista canadiense
Por más que fuera un strike cantado, no deja de llamar la atención que los diez gobernadores que conforman la llamada Alianza Federalista, abandonen finalmente la Conago. Entre ellos, y en un papel protagónico, el michoacano Silvano Aureoles.
Incluso la decisión, anunciada este lunes en Chihuahua, donde se congregaron para ahondar en la definición de políticas públicas vinculadas con la pandemia del Covid, acaso se retrasó más de lo que pudiera pensarse, dada la animadversión entre ellos y el presidente López Obrador.
El argumento esgrimido por el gobernador anfitrión, Javier Corral, es válido, pero es parcial: la Conago ha dejado de tener la fuerza que en algún momento llegó a alcanzar, como auténtico contrapeso al gobierno federal y como aglutinador de las administraciones estatales de frente a problemáticas comunes. Perdió los objetivos para los que fue creada, dijo Corral, y es cierto, la Conago es ya un remedo de agrupación, donde cada uno de sus integrantes jala por su lado y buena parte de ellos sometidos al emperador Andrés Manuel primero, sean o no morenistas.
Pero si bien ya traía una inercia deficitaria, debe advertirse que el debilitamiento de la Conago se acentuó de manera irreversible con la llegada de López Obrador, un político acostumbrado a no tener contrapesos de ninguna naturaleza, de talante antidemocrático, autoritario y muy cercano a la definición de un dictador, y que por todo ello desde el inicio de su gestión abrió fuego contra la Conago, que ya debilitada, terminó por derrumbarse.
Aunque los gobernadores de Michoacán, Coahuila, Jalisco, Colima, Tamaulipas, Guanajuato, Nuevo León, Durando, Chihuahua y Aguascalientes, no hubieran dado un paso de costado este lunes, la Conago de cualquier forma es un ente moribundo. La decisión de los mandatarios aliancistas sólo marca el principio de fin del organismo.
Pero si López Obrador ve esto como un triunfo, puede llevarse una sorpresa: la alianza no quedará en diez gobernadores, en las próximas semanas se prevé que al menos otros seis o siete se sumen, hartos ya del camino al precipicio al que lleva el presidente al país. Y con medio país “insurgente”, también puede comenzar a configurarse el Waterloo presidencial. Al tiempo.
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