El lavado de cerebros en libertad es más eficaz que en las dictaduras:
Noam Chomsky (1928-?) Filósofo estadounidense
Qué caro le salió al Coneval, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, cumplir su papel con responsabilidad durante el periodo de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, simplemente hacer su trabajo: medir la pobreza en México y el impacto que en ella tienen los programas sociales gubernamentales. Ojo, no olvidemos que se trata de una instancia pública, no privada, pero con carácter independiente. Importante aclarar y subrayar lo de INDEPENDIENTE. Y, corrijo, no hay que hablar en presente del Coneval, sino en pasado.
Y es que como todo lo que encontró el dictador tabasqueño a su paso, también al Coneval se encargó de destruirlo. Hay que decirlo, se trata, o se trató, de un organismo público eficiente, profesional, objetivo, imparcial, que mide, medía, la pobreza. Y lo hizo con eficacia durante veinte años. No era en absoluto cómodo a los gobiernos en turno, ni con priístas ni con panistas, porque justo su papel era evidenciar los yerros de las políticas públicas encaminadas a reducir la pobreza. Y señalar avances, claro, cuando los hubiera. Creado en 2005, ni Fox ni Calderón, ni Peña se atrevieron a cuestionar sus resultados, más allá de que no fueran optimistas ni zalameros. Mucho menos osaron buscar su aniquilamiento. Digamos que no de su agrado, incluso quizá contra su voluntad, pero no solo lo toleraron, sino que tomaron sus dictámenes como base para reencauzar sus políticas sociales. No por ser demócratas, cierto, pero al menos por conveniencia política.
Pero llegó la tragedia llamada López Obrador, y rápido le puso el dedo al Coneval, porque sus informes no se prestaban a seguirle el juego con la cantaleta demagógica de que con sus programas sociales se reducía la pobreza en México. Y no era para menos: el Coneval está, estaba, conformado por auténticos especialistas en la materia, independientes, comprometidos solo con su papel, no con el gobierno. Justo lo que aborrece López Obrador. Sus informes no podían ser manipulados ni se plegaban al interés presidencial. Y eso, hacer bien su papel, paradójicamente fue su tumba: AMLO decidió que era momento de enviarlo a mejor vida.
Entre sus prioridades enviadas al Legislativo en febrero del 24, priorizó la desaparición del Coneval, justificando que sus funciones bien las podía asumir el INEGI. No pudo el tabasqueño ver materializado su sueño, como presidente, pero sí lo ve ahora desde la comodidad de La Chingada: Claudia Sheinbaum no quiso, o no pudo, o las dos, contener la desaparición del organismo. Y si en algún momento dudó, es evidente que rápido entendió, teniendo la misma línea dictatorial y totalitaria de su antecesor, que la vida es más cómoda sin Coneval que con él. ¿Para qué tener, y «mantener» un organismo incómodo, que esté sistemáticamente restregando en la cara al gobierno que sus programas sociales empobrecen en realidad más a la población, si bien se pueden «medir» sus resultados desde adentro, con otro ente público como el INEGI, más dócil, que dirá lo que el gobierno quiere que diga?
Desaparecido oficialmente el Coneval, preparémonos para que de manera oficial se nos informe que la pobreza va reduciéndose, que los programas sociales son un éxito, que todos iremos alcanzando a los daneses en sus niveles de bienestar, que todo va de maravilla, aunque en la calle veamos todo lo contrario, Pero a la 4T lo que menos le importa es la realidad. Le interesa que sus ignorantes huestes «perciban» que están mejor. Y en eso, la 4T es experta. Ahí sí, ni cómo cuestionarla.
X@jaimelopezmtz