Un atleta no puede correr con el dinero en los bolsillos; debe correr con la esperanza en su corazón y sueños en su cabeza
Emile Zatopek (1922-2000) Atleta checo
En su mundo, el futbol, sin duda Maradona fue un genio. Uno de esos seres que nacen de vez en cuando. Dicen los enterados que en el futbol sólo alcanzan ese calificativo Pelé, Lionel Messi y él, Diego Armando Maradona. Éste murió y, clichés aparte, es justificado que el mundo deportivo esté de luto. Maradona lo vale.
Aficionados al futbol de un par de generaciones en el mundo entero, nos forjamos en la pasión, sí, pasión por ese juego bajo la genialidad de Maradona. No alcanzamos a ver a Pelé, pero el argentino nos hizo enamorarnos de aquello que es, en la lógica de Jorge Valdano, de las cosas sin importancia, la más importante.
A Maradona no hay que medirlo ni calificarlo fuera de las canchas. Está claro que hay pocas cosas dignas de encomio, y que es injusto evaluarlo integralmente. Sus flaquezas extra futbol son evidentes. Pero dentro de ellas obligó a pautar un antes y un después, fue un genio al que disfrutamos.
Maradona, como Michael Jordan, LeBron James, Michael Phelps, Usain Bolt, Lionel Messi, Roger Federer, Rafael Nadal, Lewis Hamilton, Michael Schumacher, Eddy Merckx, y antes Pelé, Cassius Clay, Jesse Owens o Babe Ruth, constituyen una élite que confirman que en un mundo tan convulsionado, históricamente hablando, el deporte siempre es un bálsamo, un páramo en el desierto carente de fuentes de inspiración en el que hoy tratamos de sobre vivir. Para los sicólogos, el futbol es una catarsis. Para los sociólogos radicales, el circo al que aludían los romanos. Puede ser ambas cosas, pero como sea, ¿qué haríamos sin esos genios? Enhorabuena esa catarsis, enhorabuena ese circo.
Gracias a Diego por lo que nos dio dentro de las canchas.
No es este un espacio deportivo, está claro, pero había que hacer una parada en el trajinar informativo diario. Diego lo justifica.
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