La dictadura se presenta acorazada porque ha de vencer; la democracia se presenta desnuda porque ha de convencer
Antonio Gala (1930-?) Escritor español
Es grave, gravísimo, que los mexicanos vayamos a perder más de cien mil millones de pesos, sólo por la necedad -¿o negocio escondido?- de Andrés Manuel López Obrador, de no seguir con la construcción del aeropuerto en Texcoco e ir por un absurdo y mucho más caro proyecto alterno.
Es grave, gravísimo, la señal que envía el tabasqueño a la inversión nacional e internacional, en el sentido de que no es un tipo confiable, y por tanto su gobierno tampoco lo será, como para invertir recursos en México durante el tiempo que dure su gobierno.
Y son graves, gravísimas ya, las consecuencias inmediatas que el resultado de la pantomima llamada consulta ciudadana, trajo: al cierre de las actividades financieras de este lunes, el dólar rebasó por primera ocasión la temible barrera sicológica de los veinte pesos, no por la fuerza de la moneda americana, sino por la debilidad de la nuestra, producto del temor generalizado que propició López Obrador con su anuncia de respetar la “decisión del pueblo”.
Pues siendo graves todas esas condiciones, palidecen al advertir, y cualquiera con dos dedos de frente lo puede hacer, que el riesgo y el peligro del lopez obradorismo apenas comienza, que la consulta y la cancelación del aeropuerto de Texcoco son apenas una probadita de lo que puede venir, de lo que seguramente vendrá.
Es evidente que AMLO utilizó la consulta sólo para afinar el camino que ya tiene en mente, que corresponde a su visión redentora y salvadora del país: la brecha está andada y con las consultas ciudadanas como pretexto, vendrán, en el orden que se les quiera poner, la aniquilación del INE; la desaparición de la autonomía del Banco de México –al cabo que los mexicanos ya demostramos que somos expertos en aeronáutica, ni modo que no lo seamos en finanzas; el adiós a los incómodos Instituto Nacional de Acceso a la Información y la Comisión Nacional de Derechos Humanos, y en una de esas de los poderes judicial y legislativo, sin dejar de lado la modificación constitucional para constreñir la libertad de expresión y de prensa, y luego, al finalizar su sexenio, la joya de la corona: que el pueblo sabio decida que quiere la reelección del presidente y luego su vitalicio mandato.
¿Suena descabellado, suena a locura? Así sonaba la sola idea de cancelar un proyecto en el que ya hay invertidos más de cien mil millones de pesos, y se hizo con la mano en la cintura. López Obrador ya comprobó que todo es cosa de convocar al pueblo “bueno y sabio” para que en amañada consulta decida el futuro de todas esas instituciones y todos esos derechos. Todo lo que se le ponga en el camino como contrapeso o equilibrio institucional, será etiquetado por él como obstáculo para llevar a México a la felicidad, y por tanto habrá que borrarlo. Claro, siempre con la “anuencia” ciudadana.
Y sí, López Obrador sí es un peligro para México. Si no, al tiempo.