La política es la segunda profesión más baja y guarda estrecha similitud con la primera
Ronald Reagan (1911-2004) Presidente de Estados Unidos
Alfonso Martínez, el alcalde de Morelia, deberá cumplir su palabra y colocarse un día de estos en algún crucero de la ciudad a dirigir el tránsito. Pero deberá hacerlo una hora al menos, no tres minutos, para que se vea con seriedad que sí cumple la apuesta que perdió, en el sentido de que el puente vehicular que se construye en Siervo de la Nación esquina con Periodismo, estaría terminado en octubre. Ya este jueves, reconoció que no será así, y que perdió dicha apuesta.
El edil confió de más en la empresa constructora. Más allá de lo anecdótico que resultará verlo dirigiendo el tráfico bajo el inclemente sol otoñal en algún crucero complicado de la capital, el episodio evidencia las penurias y los sinsabores de la obra pública en Morelia y en general en Michoacán.
El puente en Siervo de la Nación ya presenta un retraso importante, pero nada comparable con las calamidades que han significado los pasos a desnivel de las salidas a Salamanca y Mil Cumbres. Es la constante de la obra pública en el estado: el incumplimiento en tiempos y en calidad y, no pocas veces, la corrupción.
Los actuales gobiernos estatal y municipal recibieron las respectivas obras viales ya con un rosario de irregularidades y en ambos casos sus titulares, Alfredo Ramírez Bedolla y Alfonso Martínez, han tratado de culminarlas anulando los contratos originales y dándoles un empuje renovado con nuevas empresas. Es deseable que la reactivación permita la culminación de las tres obras. Pero al margen de que así sea, es obligado para ambos replantear sus políticas de obra pública, con una sola orientación: terminar con la corrupción que origina toda clase de irregularidades.
En este caso, el término corrupción debe aplicarse no solo en su connotación de dinero, sino de ineficacia, de asignación de contratos a empresas no preparadas e incluso con antecedentes de irregularidades. Es de esperarse que ambos gobiernos tomen las tres obras emblemáticas como ejemplo de lo que no deben hacer en esa materia y obrar en consecuencia. Veremos si la asoleada que seguro se pondrá Alfonso Martínez al dirigir el tráfico en algún crucero, sirve a él y al mismo gobernador, para no cometer los yerros de sus antecesores en materia de obra pública.
Por lo pronto, alcalde, a cumplir su apuesta, porque deudas de juego, son deudas de honor. Y mientras, a la pesadilla todavía le quedan 704 días.
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