La vocación del político de carrera es hacer de cada solución un problema
Woody Allen (1935-?) Director de cine norteamericano
La buena: el comité de científicos especialistas que asesora al gobierno de Estados Unidos en el manejo de la pandemia, avaló este martes el uso de la vacuna Pfizeer a niños mayores de cinco años de edad. La mala: en México, el especialista número uno, el científico por definición, Andrés Manuel López Obrador, ha decidido que no hay evidencia científica para aplicar el inmunológico a niños de esa edad, y por tanto, pasará mucho tiempo para que los infantes mexicanos sean protegidos ante el Covid-19.
Vaya, en México ni siquiera a los adolescentes les aplicamos la vacuna, porque el hombre de ciencia que vive en Palacio Nacional así lo ha determinado, cuando en Estados Unidos, Canadá, toda Europa, Japón y Australia, ya se ha inmunizado a toda su población de entre 12 y 18 años, y de inmediato se hará lo propio con los más pequeños.
Aquí, ya se sabe, se vacuna a la población cuando el científico López Obrador lo decide, en función del humor con el que se levante ese día. Empezamos con meses de retraso a vacunar a los adultos mayores, lo mismo al resto de la población mayor de edad. Y como López Obrador se niega a vacunar a adolescentes, solo han sido inmunizados algunos cuyos padres tramitaron un amparo, y no todos.
Y si vacunar a adolescentes ha sido a cuenta gotas, peor escenario se prevé para niños de cinco a doce años. En aras de no «tirar» dinero en la compra de vacunas, no vaya a ser que le falte para seguir con la inútil refinería de Dos Bocas o para el aeropuerto región 4 de Santa Lucía, el presidente ha tomado como pretexto que no hay suficiente evidencia científica que avale la vacuna a menores de edad y que las farmacéuticas sólo buscan hacer negocio con la venta del inmunológico.
Sin duda, se mantendrá en esa criminal postura ahora que los expertos, esos sí de verdad, norteamericanos, han recomendado vacunar a niños desde cinco años de edad.
No quedará de otra, pues, sino que los padres de familia recurran a tramitar amparos, aunque ello tampoco es garantía de nada, porque el gobierno se niega a acatar las resoluciones judiciales en ese sentido, salvo contadas excepciones.
Seguiremos viendo entonces cómo en el resto del mundo avanza la protección a toda la población frente al covid, menos en algunos países, como el nuestro, donde reina la superchería, el fanatismo y la ignorancia en la toma de decisiones en la pandemia. Donde alguien que tardó catorce años en concluir una simple licenciatura en ciencias políticas, y eso, con promedio de 7.8, suple a los hombres de ciencia en la toma de decisiones, y no hay poder humano, ni legal, que lo impida. Y nos burlamos de Bolsonaro en Brasil.
twitter@jaimelopezmtz