Con las leyes pasa como con las salchichas: es mejor no ver cómo se hacen
Otto Von Bismarck (1815-1898) Político alemán
Lo único que no pierde Andrés Manuel López Obrador, es su inagotable capacidad de reacción. No hay embestida que lo tome mal parado. De todas, todas reacciona con eficacia.
La última y monumental prueba: desde el jueves, en que Carlos Loret de Mola difundió que Guacamayas ha hackeado los sistemas informáticos de la Secretaría de la Defensa Nacional, todos hablamos, discutimos, analizamos, polemizamos sobre el estado de salud del presidente, como si eso fuera algo realmente novedoso y auténticamente trascendente.
Lo alarmante y de altísimo riesgo para la seguridad nacional no es si López Obrador tiene gota, hipertiroidismo o angina de pecho, sino que un colectivo -se infiere que eso es- especializado en meterse ilegalmente a los sistemas informáticos de los gobiernos, en especial de sus fuerzas armadas, lo haya logrado también en el caso mexicano. Digo también, porque ahora se conoce que ya lo ha hecho en varios países Latinoamérica.
Y ese giro en la prioridad de la discusión tras el hackeo, lo propició intencional e inteligentemente el propio López Obrador. Es evidente que el jueves por la noche puso a revolucionar al mil por ciento su capacidad de reacción en casos de emergencia, y decidió ir por el mal menor.
En lugar de que la atención se centrara en la gravedad del hackeo a la información de las fuerzas armadas, «sacrificó» el tema de su salud y lo puso en la palestra de la mañanera del viernes. Así, que civiles tengan y compartan con periodistas información literalmente top secret, fue relegado a un segundo plano, a fin de cubrir la ineptitud -¿o complicidad?- de los altos mandos castrenses. Y en su lugar, orilló a que todos hablemos de su salud maltrecha, que en todo caso era ya de dominio público.
El hackeo a las computadoras militares debió llevar a la renuncia del secretario de la Defensa. De ese nivel de gravedad estamos hablando. Es alarmante que toda su información esté en manos de civiles. Y nadie parece reparar en ello, enfocados todos en la gota y la tiroides presidencial.
Muy, muy inteligente y sagaz el presidente. En lo dicho, se le podrá cuestionar todo tipo de ineficacias y corrupciones, pero jamás que no sea un astuto zorro de la política. Un auténtico manipulador. Ahí sí, mis respetos. Y a la pesadilla todavía le quedan 729 días.
twitter@jaimelopezmtz
