El mejor gobierno es el que deja a la gente más tiempo en paz
Walt Whitman (1819-1892) Poeta norteamericano
Mejor el embajador norteamericano Ken Salazar condena el asesinato de periodistas mexicanos que el presidente López Obrador.
Luego de que este lunes fueran ejecutadas en Veracruz las periodistas Yessenia Mollinedo Falconi y Sheila Johana García Oliveira, todo lo que hubo del gobierno federal fue un tuit del vocero presidencial Jesús Ramírez, en el que apuntaba que el compromiso gubernamental es que no queden impunes esos asesinatos. Ni una palabra de indignación, menos de solidaridad, solo ese compromiso, que sabemos que no se cumplirá.
Del presidente, ni hablar, ni siquiera fue tema relevante en la mañanera del martes. Más propio, más en su lugar, el embajador Salazar: no sólo condenó el asesinato de las dos periodistas veracruzanas, sino que evaluó que fue un ataque contra toda la sociedad mexicana y alertó que la libertad de prensa se encuentra «bajo ataque» en México.
¿Es tal la aversión de López Obrador hacia la prensa, que la ejecución de dos periodistas no es capaz de moverle un ápice de su histórica frialdad hacia este tipo de eventos, por desgracia ya una constante en su gestión?, ¿o de plano tenemos un presidente al que no le corre sangre por las venas, que es incapaz de sentir una emoción, que parece más una máquina ausente de sentimientos?
Las dos cosas; está claro que a López Obrador le es indiferente si asesinan o no a los periodistas, pero peor aún, es indiferente al dolor humano en el más amplio sentido del término: no se conduele con las masacres, con que no haya medicinas para niños con cáncer y muchos estén muriendo, con cerrar estancias infantiles y la tragedia que eso ha significado para millones de madres, con la desaparición de miles, con la muerte de más de 600 mil mexicanos en la pandemia, con la pérdida de millones de empleos. Nada, nada de eso inquieta al presidente, cuya única preocupación, a nivel de obsesión, es el 24 y el triunfo de su movimiento.
López Obrador es una máquina de competencia electoral, y como tal, como máquina, sin un asomo de sentimientos. Lo malo es que esa impermeabilidad al dolor parece haber sido inoculada en buena parte de los mexicanos, al menos en una porción de sus seguidores. Una porción, habrá que alertarlo, en peligroso crecimiento.
twitter@jaimelopezmtz