La democracia da a cada uno el derecho de ser su propio opresor
James R. Lowell (1819-1891) Poeta norteamericano
Es lo malo de tener la cola tan larga o, en su caso, tener una ambición por el poder, político y económico, imposible de contener. Para el PRI, está resultando cuesta arriba enfrentar la estrategia burda, pero eficaz, del presidente López Obrador, para embolsarse lo poco o mucho que quede de la otrora aplanadora política.
En realidad, me parece que el propio López Obrador está gratamente sorprendido de lo fácil que le está resultando ir dividiendo al PRI, o mejor dicho, irlo engullendo.
El ADN priísta del presidente le facilita el camino: sabe que el temor a ser evidenciados y enjuiciados por actos de corrupción vuelve dóciles siervos a sus principales figuras, los gobernadores, y a los que van dejando el poder los vuelve aún más fáciles de domesticar con huesos de mediano nivel, como embajadas y consulados.
La estrategia de AMLO cumple un doble propósito: ir desfondando los liderazgos priistas y, más importante aún, ir minando la alianza opositora Va por México, de la que forma parte el tricolor junto al PRD y al PAN. Estos dos últimos partidos ya ven con desconfianza al PRI, y su recelo es fundado.
Sin duda, lo corruptos y ambiciosos que suelen ser la mayor parte de los priistas, opera a favor de la eficaz estrategia del presidente de domesticar a las cabezas del partido. Es claro que el 24, si ya pintaba bien para aquel, parece írsele allanando gracias a la debilidad moral y ética del PRI y, hay que decirlo, al colmillo largo y retorcido del priísta que nunca ha dejado de serlo, el presidente. Al tiempo.
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