Un atleta no puede correr con dinero en sus bolsillos. Debe correr con esperanza en su corazón y sueños en su cabeza
Emile Zapotek (1922-2000) Corredor checo, ganador del oro en las Olimpiadas de Helsinki 1952
Con un mínimo de dignidad, Ana Gabriela Guevara debió haber renunciado desde el mismo domingo a su cargo de titular de la Comisión Nacional del Deporte. Y no es que ningún gobierno deba cargar con la responsabilidad directa de los resultados de sus atletas olímpicos, pero éstos sí son un reflejo del tipo de políticas públicas que se aplican en su país, y en México, hoy menos que nunca, simplemente no existen.
Cierto, históricamente hablando, jamás han existido. El deporte en México, o mejor dicho, su fomento, es plato de segunda mesa. Pero incluso en ese escenario deficitario, hay niveles: otros gobiernos al menos han medio simulado darle algún rango de prioridad, pero el actual ni eso. Simplemente no existe. La Conade solo ha servido para que Guevara, otrora gloria deportiva y olímpica de México, la use como agencia de colocaciones de amigos y socios y para hacer suculentos negocios sucios, denunciados por atletas y asociaciones deportivas, sin que su jefe, el presidente López Obrador, haya siquiera tomado nota.
En otros gobiernos al menos operaban fideicomisos y programas básicos de fomento al deporte. Hoy ni eso. Ana Gabriela se encargó de cancelar por ejemplo el fideicomiso para cubrir las becas a los atletas que han ganado medalla olímpica.
De las cuatro preseas de bronce que ganó la delegación mexicana en Tokio, de entrada habrá que descontar, para efectos del “lucimiento” del gobierno, una, la del futbol, dado que el representativo mexicano fue de deportistas profesionales, que nada tienen que ver con la Conade ni el gobierno. Luego, Alejandra Valencia y Luis Álvarez que la ganaron en tiro con arco, y Aremi Fuentes en levantamiento de pesas, desde un inicio se sabe que tuvieron que prepararse con sus propios recursos, porque éstos no existieron en la Conade. Acaso solo pueden reconocer algún tipo de apoyo en su preparación, las clavadistas Alejandra Orozco y Gabriela Agúndez. Para no variar, las escasas preseas fueron producto de esfuerzos individuales, no de políticas públicas de impulso al deporte.
No es casualidad entonces que en otras justas olímpicas, los atletas mexicanos hayan obtenido mejores resultados, al menos este milenio. El magro resultado obtenido en Tokio debe, pues, atribuirse al menos parcialmente a Guevara, si nos atenemos a que ella es la responsable de definir y aplicar esas políticas públicas. Si éstas no existen, entonces la ex velocista de 400 metros simplemente tampoco existe. Nada hay que justifique que siga cobrando en la Conade. Los números hablan.
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