En política, los experimentos significan revoluciones
Benjamín Disraeli (1804-1881) Político británico
En la batahola informativa michoacana, pasó casi desapercibido -o al menos no tuvo el impacto mediático que merece el nivel de responsabilidad-, que Armando Hurtado Arévalo haya asumido la Secretaría de Gobierno.
Hurtado es de ese tipo de servidores públicos de bajo perfil, pero, hay que reconocerlo, de eficiencia e institucionalidad probadas. En la administración de Silvano Aureoles se desempeñó desde un inicio como subsecretario de Gobierno, y ahí vio pasar como sus jefes a tres de los cuatro grandes amigos del mandatario: Adrián López Solís, Pascual Sigala Páez y Carlos Herrera Tello. El otro es Carlos Maldonado Mendoza, el secretario de Finanzas de principio a fin del gobierno.
Y con todos ellos, Hurtado se volvió imprescindible por su labor callada pero eficaz, sobre todo a la hora de encarar la sistemática conflictividad social en la entidad. López Solís y Sigala sí le dieron toda la seriedad al cargo. El primero lo dejó para ser diputado y luego Fiscal General y el segundo lamentablemente murió hace apenas medio año. Herrera Tello fue el más relajado de los titulares de Segob; en buena medida le dedicó apenas medio tiempo, ocupado como estaba, desde un inicio, en fabricar sus aspiraciones para la candidatura a gobernador de la alianza opositora a Morena.
Y con todos ellos, sobre todo con Herrera por lo ya apuntado, Hurtado fue un eficaz brazo derecho. En cada relevo se especulaba la posibilidad de que Aureoles lo designara al frente de la dependencia, no como el eterno encargado de despacho. Por fin, con la renuncia de Herrera, Aureoles ya no designó ahí a uno de su equipo –Hurtado no lo es-, pero antepuso la eficacia para hacerse cargo de dos escenarios fundamentales: el cierre de la administración, con todos los riesgos y prioridades que ello implica, y sacar adelante el proceso electoral en el tema de gobernabilidad y seguridad.
Los cargos públicos no se vinculan directamente a la “justicia”; no se trata de hacerle justicia a nadie, sino de garantía de resultados. Pero sin duda, Aureoles cubrió las dos facetas al nombrar a Hurtado como secretario de Gobierno: le hizo justicia y, sobre todo, aseguró resultados.
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