La corrupción es peor que la prostitución: ésta puede poner en peligro la moral del individuo, aquella la de todo un país
Karl Kraus (1874-1936) Escritor austriaco
Hace diez años surgían grupos de civiles armados, sobre todo en la tierra caliente michoacana, que ante la inacción gubernamental decidían plantar cara por su cuenta al crimen organizado, sobre todo al entonces hegemónico Familia Michoacana y su derivación, Caballeros Templarios.
Ganaderos, agricultores, comerciantes y demás, casi toda gente productiva, no dudaron en la necesidad de armarse y hacer frente a los grupos criminales. Con ningún nivel de gobierno contaban: todos estaban coludidos con los delincuentes.
Las historias que antecedieron a la formación de las autodefensas de la tierra caliente son sobrecogedoras: mujeres raptadas para el goce de los líderes delincuenciales; niños y adolescentes reclutados a la fuerza para integrarse a los cárteles; adultos mayores que tenían que regalar sus propiedades a los crimínales, a cambio de no ser asesinados; comerciantes y agricultores que se volvieron esclavos de los narcos en sus propios negocios y huertos. Y es que de productores y exportadores de droga, los cárteles escalaron hasta convertirse en dueños de vidas de los michoacanos de la tierra caliente. Todo, ante la complacencia de los alcaldes, gobernadores, diputados, senadores y funcionarios federales.
A la luz de la realidad, fue absolutamente entendible el surgimiento de las autodefensas. Solo un pusilánime, solo alguien a quien le corriera atole por las venas, podía mantenerse indiferente. El problema, cierto, es que en las autodefensas muchos delincuentes también se escondieron, porque al ser un movimiento ciudadano por entero, se adolecía de protocolos y normas para reducir el riesgo de la infiltración. Al final, también hay que decirlo, mayoritariamente esos grupos de civiles terminaron abiertamente siendo una copia de lo que en esencia combatían: los cárteles.
Empero, eso no reduce un ápice la justificación de su surgimiento. Hoy día, de hecho, siguen vigentes, algunos legítimos, otros conformados por delincuentes disfrazados, porque en el fondo el mal subsiste: la criminalidad empoderada de regiones completas, dueña de vidas, hacedores de «leyes», que fija criterios de producción agropecuaria y de negocios, que se lleva mujeres y jóvenes. En el fondo nada ha cambiado a la vuelta de una década. Y hoy, acaso peor aún: un gobierno federal ya no solo permisivo, sino claramente coludido con los cárteles.
Imposible fustigar, ni hoy ni hace diez años, a los civiles que se arman para defenderse de los delincuentes solapados por el gobierno. El reto, en todo caso, es encontrar los mecanismos para que los grupos «legítimos» se distancien de los que se disfrazan de autodefensas.
Pero para los Hipólito, los Míreles, los Beltrán, y tantos anónimos, mis respetos. Sus agallas, para decirlo elegantemente, ya las quisieran muchos otros, sobre todo delincuentes disfrazados de «servidores públicos».
Y a la pesadilla, ya solo le quedan 589 días. Twitter @jaimelopezmtz