Los estados poderosos sólo pueden sostenerse por el crimen; los estados pequeños sólo son virtuosos porque son débiles
Mijail Bakunin (1814-1876) Anarquista ruso
Ayotzinapa fue, ya se sabe, el Waterloo de Enrique Peña Nieto, o al menos el inicio; paradojas de la vida: Ayotzinapa puede ser el Waterloo de Andrés Manuel López Obrador, o también su inicio.
La inmunidad de que claramente goza el tabasqueño, que le permite mantenerse en la cúspide de la aceptación ciudadana pese al récord que a diario se rompe en violencia y criminalidad, pese al desabasto de medicinas y la torpeza con que se echó a andar el Insabi, pese al crecimiento cero en economía, pese a que el Ejército deja ir libre al hijo de El Chapo cuando ya estaba detenido, pese a todos los pesares, puede comenzar a derrumbarse con el mismo fantasma que azotó a Peña Nieto: Ayotzinapa.
Este lunes, estudiantes de la escuela Normal de esa población intentaron ingresar por la fuerza a Palacio Nacional. Querían estar, se supone, en la rueda de prensa mañanera de López Obrador. La respuesta violenta de la Policía, reprimiendo con gas pimienta a los normalistas, puede marcar al gobierno de la 4T.
Y no es que en su sano juicio alguien pueda cuestionar que la Policía contenga una turba de violentos normalistas. En realidad las fuerzas del orden hicieron lo que tenían que hacer. El punto es que en la lógica de la perversa relación de López Obrador y su 4T con grupos “afines”, en la que hizo descansar buena parte de su arribo al poder, es impensable que a éstos, consentidos históricos suyos, se les toque con el pétalo de una rosa, ya ni hablar de que se les reprima con gas pimienta.
Por eso, y eso sólo puede pasar en un país de absurdos como México, la muerte de niños con cáncer por falta de medicinas, las masacres masivas con niños como víctimas inocentes, la impunidad para líderes de cárteles del crimen organizado y la economía en recesión, no hacen mella en la imagen del amado líder, pero sí que la Policía cumpla con su deber y controle a violentos normalistas haciendo uso de la fuerza que la ley le da como atribución, pero también como obligación.
Toda la realidad diaria del México de verdad no parece preocupar ni inmutar en lo más mínimo al presidente –al menos el hambre no se le va, si nos atenemos a sus constantes videos en los que se le ve comiendo cuanta fritanga se le cruza en sus giras pueblerinas-, pero la represión a los normalistas de este lunes, sí deberá quitarle el sueño, porque entiende la “gravedad” que para su proyecto sexenal y transexenal seguramente le generará.
La lógica dice que para contrarrestar el riesgo, López Obrador decidirá en las próximas horas convocar a los normalistas y a los padres de los 43, para volver a decirles que está con ellos y que son su prioridad. No sé si luego de la “represión” atiendan su convocatoria, pero deberá intentarlo, si no quiere que Ayotzinapa sea, como para Peña Nieto, su propio Waterloo.
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