La tolerancia es un crimen, cuando lo que se tolera es la maldad
Thomas Mann (1875-1955) Escritor alemán
La ominosa destrucción del monumento a los constructores de Morelia, engloba una serie de factores insoslayables si queremos explicar tan irracional actitud por parte del llamado Consejo Supremo Indígena de Michoacán.
Primero, una estúpida visión trasnochada de esa agrupación, que se ha quedado anclada en un absurdo sentimiento anti hispano, por el “agravio” de la conquista de hace medio milenio.
Segundo, esa ideología ha recibido un impulso notorio por el presidente López Obrador, que igualmente no ha tenido empacho en hacer el ridículo exigiendo disculpas a la corona española por haber conquistado estas tierras en el siglo quince.
Tercero, hoy los movimiento indigenistas se encuentran fuera de sí, envalentonados por un arropamiento oficial y no oficial que busca ser políticamente correcto, y dar manga ancha para que los pueblos originarios –lo que sea que eso signifique-, no solo exijan condiciones de equidad en todos sentidos, lo cual desde luego es justificado, sino que sus líderes busquen el beneficio particular demandando concesiones abusivas, y atropellando en su consecución lo que se ponga enfrente para obtenerlas, casi siempre al margen de la ley. Saben que, hoy menos que nunca, nadie osará ponerles una mano encima, así cometan actos vandálicos o violenten el marco legal. Los grupos indigenistas, pues, tienen hoy impunidad absoluta incluso para delinquir.
Y cuatro, consecuencia de lo anterior, no se tocan el corazón para venir a Morelia a destruir en completa impunidad un monumento, bajo el pretexto de que así lo decidieron en asamblea ya que representa “el yugo de la conquista y la sumisión indígena”.
Bajo esa estúpida lógica, el siguiente paso será que destruyan la catedral o el acueducto, obras insignes de la conquista en Morelia y, por lo tanto, igualmente “abominables”.
Hasta la noche de este mismo lunes, había 24 integrantes de la referida agrupación detenidos. Claramente, no se trata de un delito grave el que cometieron, por lo que en horas saldrán libres, pero al menos debe destacarse la orden del alcalde Alfonso Martínez, en el sentido de que la Policía capitalina se movilizara y detuviera a los responsables del hecho vandálico, dado que en la contraparte estatal la orden era justo en el sentido inverso: los dementes integrantes del Consejo Supremo Indígena no debían ser tocados ni con el pétalo de una rosa, hicieran lo que hicieran en Morelia.
Ya por la noche el gobierno estatal comenzaba a presionar a la Fiscalía General de Justicia para que no interpusiera cargos graves, y que por el contrario liberara con rapidez a los vándalos, luego de que varias carreteras estaban siendo bloqueadas en demanda de la libertad de esos desquiciados. Sin duda serán liberados de inmediato, pero al menos debe resaltarse la actuación de la Policía capitalina.
Como se ve, la suma de tanto factor explica la barbarie protagonizada este lunes en Morelia. Visto así, se había tardado el Consejo Supremo Indígena en materializar su cavernícola visión del mundo. La impunidad que campea hoy en Michoacán permite eso y mucho más.
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