La indiferencia de la gente es el mejor caldo de cultivo para que crezca la corrupción
Delia Ferreira; presidenta de Transparencia Internacional
Murió este martes Miguel Barbosa, gobernador poblano. Me parece una ruindad de quienes se burlan de su fallecimiento, pero éste tampoco tiene que ser empleado para exaltar lo que nunca existió.
Barbosa fue electo gobernador a raíz de la muerte en trágico y nunca aclarado accidente en helicóptero de la entonces mandataria Martha Erika Alonso, panista, que apenas arrancaba su gestión luego de vencer en las urnas precisamente al morenista Barbosa.
Él murió este martes víctima de las complicaciones por la diabetes que sufría desde hace varios años. En redes sociales se desató de inmediato la lucha entre quienes se mofaron de su fallecimiento y quienes lo enaltecen y lo llaman «héroe» de la 4T. Ni una cosa ni la otra.
Barbosa nunca pudo disipar las sospechas sobre su injerencia en el accidente de su antecesora, aunque tampoco se pudo probar nunca nada en ese sentido. Las que sí son ciertas, fueron sus burlas en más de una ocasión por la muerte de Alonso, lo que ha llevado a que este martes sus detractores hablen de un «karma», porque ambos murieron en un helicóptero, ella al desplomarse la aeronave y él mientras era trasladado de Puebla a la Ciudad de México, y justo un 13 de diciembre, fecha en la que en 2018 Alonso tomaba posesión como gobernadora, cargo en el que solo duró once días.
Las acusaciones de grave corrupción durante su gestión, acompañaron a Barbosa sin que tampoco pudiera contenerlas.
Barbosa no es para nada un modelo de la política, fue gris y acomodaticio, lo mismo lanzaba pestes a López Obrador hace no mucho, que luego le rendía pleitesía.
Seamos francos: su muerte deberá apesadumbrar a su familia y amigos, pero nada más.
López Obrador, que se negó a asistir al funeral de la gobernadora Alonso, ni siquiera a dar el pésame a sus familiares, solo porque era panista, estará este miércoles en Puebla para ahí sí hacerlo con la familia de Barbosa. Y desde luego, aprovechará para sacar raja política a su fallecimiento. El estilo ruin del tabasqueño.
Murió, pues, un político que no deja ninguna huella. Uno más. Y mientras, a la pesadilla todavía le quedan 657 días.
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