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viernes, julio 18, 2025

BARRAS DEL FÚTBOL, INTOCABLES

La violencia es el último recurso del incompetente

Isaac Asimov (1920-1992) Escritor y científico ruso

 

jaimelopezLos dueños de los equipos de futbol de México no se atrevieron a dar el paso definitivo para tratar de contener la galopante violencia que se vive en los estadios y que tuvo su trágica cúspide el sábado anterior en el de La Corregidora de Querétaro.

Reunidos este martes, vía zoom, los dueños del futbol mexicano tomaron algunas medidas que, de no ser por la dimensión de esos hechos, bien podrían haber sido calificadas como históricas y plausibles, pero que palidecen y se quedan cortas si se miden en función de la gravedad del fenómeno.

Entre las principales medidas adoptadas, está la inhabilitación por cinco años de los hasta ahora propietarios del equipo de esa ciudad, pero no la desafiliación del club, lo cual parece justo, dado que los responsables, al menos por omisión, de la tragedia del sábado son los propietarios del equipo, no los jugadores y el numeroso personal que compone el club, y que serían directamente afectados de haber sido desafiliado.

También positiva la decisión de que el equipo juegue a puerta cerrada durante un año, ya sea en Querétaro o en cualquier otra ciudad donde decida su nuevo dueño (Carlos Hank Rhon). Ridícula, la sanción de millón y medio de pesos al club y sin mayor importancia decretar un 3 a 0 en favor del Atlas.

Luego, vinieron las sanciones a las barras, el auténtico quid del asunto: se impusieron tres años de prohibición para la queretana cuando su equipo juegue de local y uno en cancha visitante, en tanto que a la barra del Atlas, no solo víctima sino también responsable de la violencia del sábado, una prohibición de seis meses para acudir a los partidos de su equipo.

Así como las dos primeras medidas fueron acertadas, está claro que las realmente importantes eran las relacionadas con las barras, y ahí evidentemente fallaron los dueños de los equipos. Las sanciones son ridículas, si se toma en cuenta el peligroso nivel de trascendencia que han tomado esos llamados grupos de animación, que no son otra cosa que cárteles del crimen organizado en el fútbol, y que son ellas las auténticas responsables de la mayor parte de los actos de violencia en los estadios mexicanos.

Está documentado de sobra: esas barras están infiltradas por el crimen organizado, narcos y huachicoleros, y por tanto conocen a la perfección los métodos para extorsionar a los dueños de los clubes, obligándoles, bajo amenazas, a que les cedan una parte del estadio, a que entren a esos espacios solo quienes los líderes autorizan, a que ingresen alcohol, drogas y armas, a que puedan controlar la venta de droga en el estadio y a revender espacios. Todo, a cambio de “animar” al club local. Y eso no es privativo de Querétaro, es una práctica que domina a todo el futbol mexicano.

El poder que tienen ya esas barras, se evidencia cuando los mismísimos dueños de los clubes no se atrevieron a dar el paso definitivo este martes: desterrarlas en definitiva. Punto. Esa era la medida clave. No lo hicieron obviamente por temor, porque viven también bajo la amenaza de los barristas, lo mismo que jugadores y directivos.

En descargo de los dueños de equipos, habrá que decir que el problema es tan grave ya, que en realidad debió ser el gobierno, sobre todo el federal, el que tomara el asunto y decidiera combatir esa moderna y “futbolera” arista del crimen organizado. Si en Inglaterra fue posible desterrar a los no menos peligrosos “hooligans”, fue porque el gobierno tomó el problema en sus manos, como auténtico asunto de estado y a los clubes solo les avisó las drásticas medidas que se tomarían, no los consultó. Pero resulta que en México el gobierno ni siquiera tiene la capacidad para dimensionar el problema; si a los cárteles del crimen organizado los apapacha, los abraza, en lugar de combatirlos, no tenía por qué ser diferente con la versión futbolera de la criminalidad.

Es síntesis, las pocas medidas positivas que tomaron los dueños del futbol, está claro que no alcanzarán para ir al fondo del problema, que sólo serán un paliativo, para nada una solución de raíz. Ellos por temor seguramente no fueron más allá, y el gobierno por complacencia ni siquiera se asomó a ver en qué podía intervenir. Por tanto, la violencia seguirá latente en los estadios mexicanos. Yo, al menos, mantengo mi decisión de no volver a acudir a uno en México mientras las condiciones de seguridad no cambien, y francamente no se ve que vayan a cambiar. Me parece que esa sería la mejor respuesta de los aficionados para obligar tanto a clubes como al gobierno, a tomar con seriedad el fenómeno de la violencia; dejar de ir a los estadios; pero somos tan cínicos, que el próximo fin de semana ahí estaremos de nueva atiborrando los estadios. Bueno, estarán; yo, no más.

twitter@jaimelopezmtz

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