Entre menos aporta un político, más ama a su bandera
Kim Hubbard (1868-1930) Periodista norteamericano
De alguna manera, es entendible que el gobierno de Alfredo Ramírez Bedolla apenas haya iniciado la conformación de su plan sexenal, dado que lo abrupto de su designación como candidato y luego su llegada al Solio de Ocampo, ha impedido que tuviera tiempo para tal obligación.
A través de foros temáticos, explica el gobierno, se escucharán las voces de la sociedad y se armará lo que será el plan de gobierno 21-27.
Se trata de una acción que cada gobierno realiza, y que es necesaria para imprimir el sello particular del mandatario en turno. Hasta ahí, todo bien.
Empero, es deseable que Ramírez Bedolla no parta de la peligrosa premisa de que todo lo que viene o prevalece del pasado, es pernicioso, y por tanto hay que sepultarlo y volver a empezar de cero.
Pero mucho más peligroso sería que el gobernador emulara al presidente López Obrador, y comenzara una política de aniquilación, ladrillo por ladrillo, de cuanto programa o institución se ha edificado en la entidad, mucho de lo cual sin duda merece ser reconsiderado en su vigencia, o en algunos casos adecuado a nuevas realidades.
Pero también es cierto que muchas otras cosas sí han dado resultado y deben prevalecer. En todo caso, un reto mayúsculo de Ramírez Bedolla será analizar con un criterio técnico, no ideológico, los programas y acciones gubernamentales que recibió de sus antecesores, para tener la capacidad de adecuar y mantener lo que en cada caso se justifique.
Es de esperarse que de esa forma evidencia y envié una señal de madurez política. Es válido que le imprima su sello personal a su gobierno, pero no que destruya solo por destruir, tipo López Obrador. Veremos de qué está hecho Bedolla.
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