La misión de los políticos no es la de gustar a todo mundo
Margaret Thatcher (1925-2013) Política británica
No mentir, no robar, no engañar, son las premisas en las que el presidente López Obrador dice descansar su ideología de la cuarta transformación. Y eso desde luego le exige a los suyos.
Empero, claramente no mentir y no engañar las cumple cada vez menos. Pruebas hay muchas, pero de entrada en Michoacán hasta el propio gobernador Ramírez Bedolla, morenista y fiel seguidor del presidente, ha corroborado que éste tiene cada vez menos crédito en su palabra, o que miente con singular facilidad, para no emplear ningún tipo de eufemismos.
Un hecho irrefutable: a principios de 2019, en Zacapu, López Obrador comprometió que respaldaría la demanda del entonces gobernador Silvano Aureoles de federalizar la nómina educativa. A fines de ese mismo año, otra vez de gira por la entidad, reiteró el compromiso.
Apenas hace mes y medio, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, anunció al propio Ramírez Bedolla, a la sazón aún gobernador electo, y al entonces secretario de Educación, Héctor Ayala, reunidos en Bucareli, que la Federación ayudaría al gobierno estatal con 3,800 millones de pesos extraordinarios para destinarse al pago ya rezagado de la nómina del magisterio. Obviamente, un compromiso de esa dimensión tenía que llevar el visto bueno presidencial.
Y apenas el sábado de la semana anterior, López Obrador ofreció a Ramírez Bedolla pagarle en adelante a los maestros michoacanos directamente, para que nunca más tuvieran que quedarse sin su salario. Bueno, pues ni los dos compromisos de 2019 de federalizar la nómina se cumplieron, ni se enviaron los 3,800 millones, ni se concretó el anuncio del rescate definitivo. El presidente ha fallado una y otra vez. Su palabra tiene ya valor nulo.
Tanto, que Ramírez Bedolla ya lo sabe, aunque obviamente jamás lo reconocerá. Pero previsor como es, decidió no confiarse al compromiso de López Obrador y mejor acudir al banco más cercano a tramitar un préstamo de 1,400 millones de pesos. A la callada, sin que nadie, quizá ni el presidente se diera cuenta, el gobernador realizó dicho trámite, que hubiera sido innecesario de creer en la palabra presidencial.
Visto así, hay que entender que Bedolla no tenía otro camino que ir al banco por ese dinero, si no quería que el cártel centista de plano le generara un clima de inestabilidad peligrosa a más no poder apenas en la segunda semana de su gobierno. No es desde luego el camino ideal, dado el endeudamiento brutal que padece Michoacán, iniciado en los dos gobiernos más patéticos que hayamos tenido, los de Lázaro Cárdenas Batel y de Leonel Godoy. Pero Bedolla no tenía a la mano otra opción, o esperaba sentado a que el presidente cumpliera su palabra, lo que él sabe es jugar con fuego.
El incipiente gobernador sabe, pues, que deberá aplaudir lo que diga o haga el presidente, pero que en tratándose de compromisos, no debe fiarse y mejor debe hacer como si no existieran. Lo que logre avanzar por su cuenta, será lo único que deba tener seguro. Del presidente, nada puede esperar. Su mitomanía es ya alarmante.
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