La política debiera ser la profesión a tiempo parcial de todo ciudadano
Dwight D. Einsenhower (1890-1969) Presidente de Estados Unidos
Como un mero berrinche, aunque extremadamente peligroso, debe calificarse la decisión de Andrés Manuel López Obrador, de reiniciar sus giras por el interior del país la próxima semana, justo en medio de la cresta de la pandemia en México y justo al sureste, donde también están varios focos rojos del fenómeno sanitario.
López Obrador no se ha parado una sola vez en algún hospital a constatar cómo está funcionando durante la pandemia, no ha acudido a ninguna región con la finalidad de supervisar que los apoyos alimenticios lleguen sin contratiempos. No se ha dado el tiempo de reunirse con los expertos y científicos en temas de salud pública para delinear políticas para enfrentar al Covid. Jamás ha aceptado recibir a los gobernadores para definir estrategias federales de contención de crisis sanitaria y económica.
Pero eso sí, ya tomó la decisión de irse cinco días al sureste, medularmente para dar el banderazo de arranque a su obra insigne, el Tren Maya, y de paso darle una visitada a la otra igual de relevante para él, pero de innecesaria para el país, la construcción de la refinería de Dos Bocas.
En el fondo, queda claro que estamos ante un presidente que no entiende de razones, que es soberbio, que desdeña la ciencia y los protocolos, que presenta problemas de necedad muy cercanos a una patología.
Es evidente que no dimensiona el riesgo de su actitud, no sólo a sí mismo en calidad de persona altamente proclive a contraer el coronavirus, sino por el peligroso ejemplo que significa su rechazo a las medidas de confinamiento: si el presidente ya se va de gira, es que ya pasó el riesgo del contagio y yo también vuelvo a las actividades cotidianas.
Cierto, en una sociedad informada, educada y responsable, ese riesgo no sería tal porque el ejemplo absurdo aún de un presidente no se replica. Pero en México ese criterio no aplica, no al menos para la mayor parte de la población, entre la que campea la ignorancia y la irresponsabilidad y, por si fuera poco, el fanatismo hacia el propio presidente por una parte relevante de ella.
Cualquier gobernante con sentido común desdeñaría la sola posibilidad de irse de gira en estas condiciones, sobre todo porque no irá a nada esencial. Cualquiera, menos López Obrador. Urge un siquiatra en Palacio.
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