Un político hará cualquier cosa por conservar su puesto; incluso se convertirá en un patriota
William Randolph Hearts (1863-1951) Magnate norteamericano de medios de comunicación
A contracorriente de lo que muchos analistas suponen, me parece que el presidente López Obrador estará muchos más confortable al tener ahora a Joe Biden en la Casa Blanca, en lugar de Donald Trump.
Éste último le generó siempre pavor al presidente de México. Tanto, que lo que le ordenó, López Obrador siempre lo cumplió, incluso en aquellos asuntos francamente ominosos, hasta indecorosos. Y ejemplos sobran en sólo dos años de relación: desde disponer a la Guardia Nacional para asegurarse que los migrantes centroamericanos no llegaran a la frontera norte para no incomodar a Trump, hasta aceptar sin chistar que éste ofendiera a los mexicanos un día sí y otro también, pasando por ir a Washington a sumarse a su campaña en busca de la reelección, que afortunadamente no alcanzó.
Pero la sumisión a Trump jamás le convino a López Obrador. Éste fue dócil por el temor al ahora expresidente norteamericano, pero su vergonzosa actuación le abrió brutales boquetes de legitimidad con su base, con la misma 4T.
Ahora, el panorama ha cambiado. López Obrador parece empeñado en retar a Biden, en escupirle a la cara, en ser hasta descortés con él. Y eso tiene una explicación: el presidente mexicano ha recuperado su estilo belicoso, imprudente, insensato en su relación con Estados Unidos, estilo que tuvo que guardar en el clóset mientras estuvo Trump. Se acabó. Ahora es López Obrador a la López Obrador.
Retar, hostigar, mentarle la madre a Estados Unidos es el deporte favorito de los dictadores populistas de América Latina. Lo fue con los Castro, con Hugo Chávez, con Nicolás Maduro, con Daniel Ortega. Lo será con AMLO, porque esa es su zona de confort, eso le genera legitimidad con sus bases, le hace subir sus bonos, le gana adeptos y por tanto votos. Envolverse en la bandera del patriota que le jala la cola al tigre, en defensa de la dignidad de su pueblo, es una receta que no le ha fallado a ninguno de los dictadores de la región. Tampoco le fallará al nuestro.
Pero además esa actitud le produce a los dictadores un plus: ante cada problema, ante cada contingencia, ante cada resbalón de su gobierno, ante cada yerro, corrupción o polémica en que se vean envueltos, siempre tendrán a la mano una cortina de humo infalible: inventarse que tienen información -nunca la prueban- de que Estados Unidos prepara una embestida contra su país y hay que hacer a un lado cualquier diferencia interna y apoyar al presidente, porque «el enemigo» está al acecho. Y ni hablar de la justificación ante cada debilidad local: que no baja la inseguridad, el responsable es EU; que la economía cae, igual. Lo mismo si crece la pandemia, si el turismo no crece. EU es una especie de rómpase en caso de emergencia para los dictadores.
Por donde se le vea, pues, a López Obrador le encanta la llegada de Biden, aunque quiera aparentar lo contrario. Al tiempo.
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