El mejor médico es que el mejor inspira la esperanza
Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) Filósofo británico
A Elías Ibarra Torre le está ocurriendo lo que a muchos científicos: cuando se desempeñan como responsables de áreas gubernamentales relacionadas con la Salud, pueden verse acorralados y puestos entre la espada y la pared a la hora de tomar decisiones. Hacerlo como especialistas en medicina o hacerlo en función de lo políticamente correcto, suele ser la gran disyuntiva a la que se enfrentan.
Claro, hablo de especialistas en medicina con dignidad, con solvencia moral y con respeto a su profesión y a sí mismos. Porque también los hay que, siendo conocedores de su campo, prefieren pasar por bufones para no incomodar al rey, aunque esa posición condene a miles o millones a la muerte: es el caso de Jorge Alcocer, secretario de Salud federal, y Hugo López Gatell, el doctor muerte, la caricatura impuesta por el presidente López Obrador como “zar anti covid”.
Elías Ibarra es el secretario de Salud de Michoacán, lo que lo coloca en una posición complicada: ha dado pruebas no solo de ser un profundo conocedor de su campo, la medicina, sino de ejercerla con sensibilidad social y científica, pero trabaja en un gobierno cuatroteísta. Y la 4T, ya sabemos de sobra, es anti ciencia. Para un criminal como López Gatell es fácil dar la espalda a la ciencia y a su compromiso hipocrático, con tal de no llevar la contra a su jefe, pero para un médico sensible, que respeta su profesión como Ibarra, no es tarea sencilla anteponer los criterios científicos en la toma de decisiones, como por ejemplo en medio de la actual pandemia.
Por eso es plausible que Ibarra haya decidido hacer lo que en la esfera nacional está vedado: que sea la ciencia, no la política, la que tome decisiones en el manejo de la pandemia. Este sábado dio un paso inédito, al menos en la 4T: convocó a una veintena de neumólogos, infectólogos, epidemiólogos y especialistas en Salud Pública, tanto del sector privado como del oficial, para conformar un comité que evalúe el comportamiento de la pandemia en el estado y, lo más importante, que proponga y tome decisiones para contener sus efectos. Si ese mismo criterio hubiera aplicado el presidente López Obrador, hoy México no sería el país con el peor manejo de la pandemia y con la tasa de mortalidad más elevada. La diferencia es que el presidente cree más en la superchería que en la ciencia y su bufón preferido López Gatell ha hecho de todo para no contrariarlo.
Es reconfortante saber que en Michoacán la pandemia está en manos de un profesional de la salud que recarga su trabajo en la ciencia. Por lo pronto, los especialistas que integran dicho comité decidieron proponer al gobierno federal la vacuna a niños desde los seis años de edad. Seguramente se toparán con pared, porque ya el doctor muerte ha dicho que ello no tiene base científica, aunque esté probado lo contrario.
Será importante que se acaten las disposiciones que tome el referido comité, claro, en el ámbito de las responsabilidades locales, y que no quite el dedo del renglón con propuestas a Salud federal que son fundamentales, como la vacunación infantil.
Cierto, Ibarra no es autónomo. Evidentemente convocó a los especialistas con el visto bueno de su jefe, el gobernador Ramírez Bedolla, aunque también éste debe cuidar las formas en estos espinosos temas, para no arriesgarse a recibir una llamada de atención de Palacio Nacional, por su osadía de permitir que su secretario de Salud acuda a la ciencia, no a los “detentes” ni al Vick vaporub. Al menos, rescatable la autorización que le dio a Ibarra.
Bien, médico Elías.
twitter@jaimelopezmtz