Si vamos a luchar contra alguna enfermedad, hagámoslo contra la peor de todas, la indiferencia:
Patch Adams (1945-?) Activista estadounidense
Sol González, Ernesto Ledesma, Arlín Medrano, Carlos Pérez, Diego Vázquez y Laura Vélez, son ciudadanos mexicanos que este miércoles regresaron al país, sanos y salvos, luego de permanecer detenidos, “secuestrados” en sus palabras, en una cárcel de Israel. Habían sido interceptados en aguas internacionales por fuerzas militares de ese país, junto con otras quinientas personas de diferentes nacionalidades, cuando intentaban llegar en navíos a la Franja de Gaza para romper el cerco alimenticio impuesto por el régimen israelí.
Qué bueno que fueron liberados y sin mayores vejaciones, aunque ellos aseguren que recibieron maltratos de diversa índole. En función de cómo suele comportarse un ejército como el israelí, y más enmedio de un conflicto bélico, puede considerarse que corrieron con suerte. El gobierno les dio trato de “héroes”: en una recepción con mariachi y toda la cosa en el aeropuerto, hasta donde acudió el mismísimo canciller Juan Ramón de la Fuente. Sí, el mismo que tiene un año en el ostracismo, ahora encabeza la comitiva de recepción.
Pero en el fondo, los señalamientos que se les hace en redes sociales, tienen una alta dosis de fundamento: se escandalizan, y con razón, del genocidio contra palestinos, pero nadie parece reparar que en México vivimos también nuestro propio exterminio de personas. ¿O de qué otra manera definir los doscientos mil ejecutados por año, los más de cien mil desaparecidos y el desplazamiento forzado de pueblos enteros? Sinaloa es el más nítido ejemplo de ello.
Pero aquí nadie vuelve la mirada a Sinaloa, ya se normalizó el “estado de sitio” al que los cárteles tienen sometida a la población. Sinaloa ya no escandaliza. Sinaloa no merece que el canciller haga acto de presencia.
Lo políticamente correcto es darle trató de héroes a esos seis mexicanos, sin reparar que ellos estaban conscientes de los riesgos que enfrentaban al embarcarse rumbo a Gaza. Desde luego es obligado para cualquier persona de bien, recriminar el genocidio israelí, pero volcar todas las miradas y esfuerzos a aquella parte del mundo, y hacer como que no pasa nada en México, es injusto, por decir lo menos. Con el mismo furor con el que justificadamente todos fustigamos a Israel, hagámoslo para reclamar por el sometimiento de los mexicanos en manos criminales. No es una disyuntiva, no es uno o lo otro. Pero en el último de los casos, nuestra prioridad debiera ser México. No seamos farol de la calle y oscuridad en la casa. X@jaimelopezmtz