La política necesita a gente que no necesite a la política
Paul Carvel (1964-?) Periodista francés
Lo políticamente correcto a la hora de evaluar un periodo gubernamental, si lo que se pretende es no comprometer una opinión, es decir que ha sido de claroscuros, de pros y contras. Y esa salida se justifica cuando, en efecto, ese lapso contenga logros y yerros de manera equilibrada. Pero cuando la balanza claramente se carga hacia uno de los lados –si hablamos de México, casi siempre es hacia el negativo-, pues hay que tener los arrestos para así consignarlo.
Los cien primeros días del gobierno de Andrés Manuel López Obrador han sido, sí, de algunos logros, pero también de una larguísima fila de dislates. Por tanto, es difícil hablar de claroscuros, porque el término lleva implícita la connotación del equilibrio en la balanza y ésta está todo, menos equilibrada: sin discusión alguna, los negativos pesan muchísimo más.
Hay que reconocer que López Obrador llevó a la práctica un par de compromisos que ciertamente le dan congruencia a su visión histórica: su austeridad a la hora de gobernar y la reducción de salarios para él y sus colaboradores, amén de impulsar la medida para todo el servicio público. Es de esperarse que lo logre. Nadie, en su sano juicio, puede estar en contra de esas medidas.
Pero hasta ahí. No hay más en el haber lopez obradorista, al menos hasta ahora: la criminalidad e inseguridad están desbordadas como nunca antes; el desempleo ha repuntado escandalosa y preocupantemente; el crecimiento económico del país será este año el más bajo en una década; el presidente ha desmantelado la política social que, mal que bien, se había construido, para dar paso a una de tipo eminentemente clientelar y electorera; ha desmontado también todo vestigio de una política de atracción de turismo que, hay que reconocer, había dado excelentes resultados, al grado de ubicar a México como sexto destino mundial, con todo y la imagen de violencia que bien se ha ganado.
El gobierno lopez obradorista ha decidido desmoronar lo poco que en materia de recuperación de la calidad educativa quedaba; ha apostado por el perdón para los criminales, en lugar de mandarlos a la cárcel; ha tomado decisiones que el calificativo de absurdas les ha quedado corto, como mandar a la basura 200 mil millones de pesos enterrados en el nuevo aeropuerto de Texcoco, para dar paso a la estupidez de iniciar otro; ha logrado la creación de una Guardia Nacional que sólo apunta a ser una guardia pretoriana, de tener como objetivo la estabilidad de la cuarta transformación, del gobierno, pues, no la seguridad de la población; inició una supuesta lucha contra el robo de combustible que no tiene a nadie en la cárcel, pero que sí desquició a medio país por más de un mes.
Y por si fuera poco, el gobierno no logró nunca desbaratar la sombra de duda sobre la muerte de la gobernadora de Puebla y su esposo el senador, así como el asesinato de un líder comunitario morelense, opositor a la construcción de una termoeléctrica, en la que el presidente mantiene sospechosa insistencia, cuando antes fue eficaz opositor.
Así, es imposible hablar de claroscuros, porque los claros languidecen, por escasos, ante el alud de oscuros. ¿O alguien, que se precie de objetivo y sensato, puede argumentar lo contrario?