La política es un acto de equilibrio entre quienes quieren entrar, y aquellos que quiere salir
Jacques Benigne Bossuet (1627-1704) Intelectual francés
El afán depredador de organismos autónomos y concentrador del poder público del presidente López Obrador, ha tenido este inicio de año sendos pasos adelante en su consolidación. Ahora, le queda solo ir por la joya de la corona.
Este primero de enero asumieron dos damas cuatroteístas el liderazgo de dos organismos en teoría autónomos: Graciela Márquez Colín como presidenta del Inegi, y Victoria Rodríguez Ceja como gobernadora del Banco de México.
Se trata de dos organismos claves a los que desde un principio López Obrador les puso el ojo encima. El INEGI se ha vuelto una piedra en el zapato para el presidente, al refutarle sus «otros datos» en economía y problemática poblacional en general, y el Banco de México se ha negado a plegarse a las ignorantes exigencias del mandatario, sobre cuando ha querido embolsarse los excedentes de divisas.
El presidente no entiende de autonomía, le fastidia que alguien apele a ella para no cumplirle sus caprichos y exigencias. Y como no es tan fácil modificar la Constitución para ajustarlos, prefirió impulsar a gente suya para que esté al frente de los organismos que tienen ese carácter. Así, primero se aseguró de que a la Comisión Nacional de Derechos Humanos llegara una incondicional, Rosario Piedra, que cumplió su objetivo: acabó con todo rasgo autónomo del organismo y lo volvió una oficina más de la 4T.
Luego siguió con el Inegi y ahora con el Banco de México; en teoría mantienen su figura independiente pero en los hechos, como la CNDH, serán un apéndice de Palacio Nacional.
Este primero de enero terminó de facto la autonomía de ambos organismos. Y luego viene la joya de la corona, la máxima aspiración del tabasqueño: el INE. Ya comenzó a tejer su descabezamiento, para impulsar a un alfil suyo. Es evidente que le costará más trabajo, pero también que no cesará en el intento. Si no, al tiempo. Twitter @jaimelopezmtz
