Ya que los corruptos se unen para conformar una fuerza, entonces los honestos deberían hacer lo mismo
Leo Tolstoy (1828-1910) Escritor ruso
El Chapo, perdón, el señor Guzmán, le ha pedido formal y oficialmente al gobierno de Andrés Manuel López Obrador que interceda ante el de Joe Biden para que sea extraditado de regreso a México. Argumenta que sus derechos humanos son violados en la cárcel de Colorado en la que purga cadena perpetua.
El capo sabe que eso es imposible. En realidad, lo que está haciendo es enviar la advertencia al presidente López Obrador de que no autorice la extradición a Estados Unidos de su hijo Ovidio, recién detenido por el Ejército, pero al que sospechosamente el gobierno mexicano le ha aplicado una especie de halo protector para alargar la decisión de entregarlo o no a las autoridades norteamericanas.
Es decir, El Chapo no busca que a él lo regresen a una cárcel de México, sino que su hijo no llegue a una de Estados Unidos, porque ha comprobado en carne propia que en México, para un capo de su nivel, estar en la cárcel no dista mucho de hacerlo en un hotel de lujo, desde donde se puede seguir «trabajando» enmedio de todo tipo de comodidades. El Chapo sabe que en Estados Unidos sí se purga una sentencia de verdad, y por eso no quiere que su vástago sufra lo mismo que él. Papá cuervo, pues.
Y es evidente que López Obrador ha tomado nota de la petición del capo. Por esa indudable «empatía» que le profesa, el presidente ha dicho que valorará dicha solicitud, pero es claro que lo que valorará es la demanda que se esconde detrás: no mandar a Ovidio a Estados Unidos.
De la colusión con el cártel sinaloense no parece quedar dudas, pero de su temor a la ira del Tío Sam tampoco. Por eso suena harto interesante ver qué hará el tabasqueño: ¿echarse encima al alacrán del cartel sinaloense o al alacrán de la DEA? No hay más, es evidente que tiene que optar por uno de los dos. En cualquier caso habrá repercusiones, de ahí que deberá estar ahora mismo no preocupado, sino lo que le sigue.
Contrario a los también graves problemas y dilemas de carácter local que debe resolver, donde no tiene mayor presión porque como buen dictador no tiene que entregar cuentas a nadie, este caso es diferente porque involucra ni más ni menos que al temible vecino del norte, y por ende, no tiene la forma de garantizar que todo se dé conforme a sus caprichos o necesidades.
Veremos cómo resuelve López Obrador este, sin duda, el más importante dilema de todo su gobierno: ¿da la espalda al «señor Guzmán» o a Estados Unidos?
Por más que estire la liga del tiempo, no falta mucho para saberlo. Y a la pesadilla ya sólo le faltan 620 días. twitter@jaimelopezmtz>