Un buen líder lleva a las personas a donde quieren ir; un gran líder las lleva a donde no necesariamente quieren ir, pero deben de estar
Rosalyn Carter (1927-?) Ex primera dama de Estados Unidos
El impresentable Félix Salgado Macedonio soltó esta semana lo que muchos quisieron hacer pasar como una gracejada o dislate, muy propio suyo, sin duda: amagó, así como no queriendo la cosa, como mera ocurrencia, con que el Senado desaparecería a la Corte, al Poder Judicial Federal en pleno, si sus ministros no se reducen el sueldo.
Por supuesto que la del senador de Morena no fue ni una gracejada ni un dislate, menos una ocurrencia; en absoluto. Su amago es completamente programado, planteado en el momento justo, cuando la Corte está arropando los amparos de infinidad de servidores públicos y de organismos autónomos que consideran ilegal que se les obligue a reducirse sus ingresos salariales.
En realidad, la advertencia de Salgado se inscribe en la visión lopez obradorista de que la división de poderes y los contrapesos al Ejecutivo son un completo estorbo a su compromiso cuasi divino de purificar este país.
Desaparecer al Poder Judicial claramente está en la mente presidencial, pero lo mismo el INE, el INAI, el Banco de México, el Ifetel, la CNDH, y cuanto organismo autónomo le represente un estorboso contrapeso.
En ese tema, Andrés Manuel López Obrador habló a través de Salgado Macedonio. Ni un párvulo supondría que las palabras del senador morenista fueron a título personal: el tema de los salarios es un mero pretexto, pero que encaja a la perfección tanto entre los ministros y funcionarios de la Corte, como de todos los demás organismos autónomos que están en la mira de la cuarta transformación.
Es evidente que desaparecerlos sería una segunda etapa, si es que la primera fallara. ¿Y cuál es esa primera? Pues la cooptación, la inclusión de personajes que traigan el visto bueno del presidente, lo cual ya está sucediendo en la Corte, por ejemplo. Pero si por alguna razón, López Obrador no puede someter a todas esas instancias autónomas, incorporándoles gente a través de caballos de Troya, entonces iría de plano por su desaparición y la conformación de otros leales a él, que de autónomos sólo tendrían la etiqueta.
Pero ni diputados ni senadores se deben sentirse a salvo: para nada sería descabellado que ellos mismos, el Poder Legislativo, fueran en un momento dado objeto del afán depredador de los contrapesos del presidente. Hoy amagan con aires de soberbia. En una de esas y si le llegan a colmar el plato a López Obrador, también ellos correrían la misma suerte. Si no, al tiempo.
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