En política, el vencedor es quien tiene la razón
Anónimo
Si la 4T tiene en marcha su precampaña presidencial, la oposición ha comenzado su propia corcholatiza: primero, Silvano Aureoles se destapó como aspirante perredista. El líder de ese partido, Jesús Zambrano, se apresuró a completar el cuadro y subió al senador Miguel Mancera. Y este lunes, los panistas comenzaron a perfilar sus cuadros: Marko Cortés destapó al gobernador queretano Mauricio Kuri, y luego Lilí Téllez levantó la mano también.
En esa lógica, solo faltan el PRI y Movimiento Ciudadano. Parece inminente que se suban al tren del 24 en cualquier momento. Enrique de la Madrid, por los priístas, y Luis Donaldo Colosio, por MC, parecieran los militantes con mayores posibilidades en esa ruta. La presión ejercida por el presidente López Obrador ha obligado a la oposición a responder.
En todo caso, que PRD y PAN hayan comenzado el juego de los destapes no en conjunto, no en equipo, sino de manera individual, ha hecho suponer que la alianza Va por México, de la que el PRI también forma parte, comienza a resquebrajarse. Así pudiera inferirse en primera instancia, dado que la lógica orillaría a estimar que desde ahora lo ideal sería comenzar a posicionar la idea de un candidato común.
Empero, el propio Marko Cortés había alertado en reciente reunión con el Grupo Morelos, que la alianza oposicionista está absolutamente firme, pero que por ahora, y a valores entendidos, cada partido empujará al ruedo sus propios nombres, sobre todo para no enviar una señal equivocada de haberse quedado rezagados en el juego que abrió la 4T. En su momento, aclaró, todos están en la lógica de un candidato común.
Sería insensato, eso queda claro, que la oposición llegara al 24 con diversos candidatos, uno por cada partido. Eso haría que la elección presidencial fuera como coser y cantar para López Obrador y su 4T: un verdadero día de campo. Si con candidato aliancista, la oposición solo sería contendiente, ni siquiera favorita, fácil imaginar lo que pasaría si cada partido juega con sus propios nombres: un festín para el presidente.
Claro, todo eso suponiendo que las del 24 todavía sean elecciones “normales”, con un INE autónomo como organizador, porque al ritmo que van las cosas, es probable que ni a eso lleguemos: las elecciones de gobierno, como en las mejores épocas del priísmo, amañadas, tramposas, un teatro, parecen estar de vuelta en cualquier momento. Son los vientos cuatroteístas que corren. Y a la pesadilla todavía le quedan 762 días.
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