La política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos
(1890-1970) Winston Churchill
Cristina Portillo no es desde luego santa de mi devoción, y creo que de pocos lo será, y de Wilma Zavala francamente no tengo mayores referencias o antecedentes como para emitir una opinión sobre su trayectoria política, menos personal, pero hay que advertir que claramente las dos han sido víctimas de la antidemocracia y el autoritarismo propio de su partido, Morena.
Ambas, ya se sabe, han sido suspendidas en sus derechos políticos como militantes de ese partido; Zavala por votar a favor del presupuesto estatal 2019, cuando la línea era torpedear al gobernador Silvano Aureoles, y Portillo por insinuar que aquella votó en ese sentido por haberse vendido al gobierno.
Y resulta que la sacrosanta comisión morenista impartidora de justicia, la que asegura las buenas costumbres, consideró indigna la actuación de las dos diputadas y las sancionó suspendiéndoles sus derechos políticos por seis meses.
¿Dónde queda entonces la supuesta libertad que pregona Morena al interior y al exterior de sus muros?
A Zavala se le está violando su derecho al voto de conciencia, pese a que la divinidad morenista, Andrés Manuel López Obrador, siempre fustigó la práctica del voto corporativo, aunque claro, eso fue cuando estuvo del lado de la oposición; y a Portillo se le viola su libertad de expresión: si ella dice que Zavala es corrupta, es parte de un derecho, y en todo caso correspondería a la aludida demandarla judicialmente, si así lo considerara necesario, no al partido actuar oficiosamente.
En realidad, lo que evidencia Morena con ese tipo de sanciones, no es sino un profundo desprecio por las más elementales formas de libertades para sus afiliados, amén de un acentuado talante autoritario y anti democrático, que refleja en todo caso el perfil del dueño de la franquicia.
Visto así, ni Portillo ni Zavala deben llamarse a sorpresa: aceptaron los términos de Morena, sus pros y contras; ser diputadas sin mover un dedo, es el lado positivo, “apechugar” el autoritarismo de la 4-T, el negativo, aunque algo hay que ceder para mantenerse al lado de la ubre presupuestal, ¿o no?
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