A la más perfecta de las dictaduras, preferiré siempre una imperfecta democracia
Sandro Pertini (1896-1990) Presidente italiano
A unas cuantas horas de que el presidente López Obrador inaugure un cuartel de la Guardia Nacional en esta capital, la Corte ha dado entrada a la controversia constitucional interpuesta por el gobierno de Silvano Aureoles, en contra de la orden presidencial para que las fuerzas armadas permanezcan en las calles en tareas de auxilio en la seguridad pública, sin contar con una reglamentación al respecto.
El hecho inevitablemente atiza al fuego de la relación entre ambos gobernantes. Además, Aureoles se ha integrado de manera protagónica al bloque plural de gobernadores que impulsan una nueva relación con la Federación en temas de distribución de los recursos y, coyunturalmente, haciendo fuerza para contar con más dinero federal para combatir los estragos de la pandemia.
En estricto sentido, que un gobernador se confronte política y judicialmente con el presidente, debiera ser tomado como algo normal y hasta sano, si se considera que justamente esos son los conductos que la ley contempla para dirimir diferencias en el poder público.
Hay quien insiste en que Aureoles le está jalando la cola al tigre, sobre todo por la proclividad del presidente a poner en la esquina de los malos, de sus enemigos, a todo aquel que ose disputarle o discutirle algo, incluso si a éstos les asiste la razón, como claramente es el caso de la demanda de los ocho gobernadores “insurrectos”. Y en el caso de la controversia contra la orden de mantener a las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública, la misma no pretende hacerles retornar a los cuarteles, porque cualquiera entiende que si alguna posibilidad hay de algún día contener la ola de criminalidad y el apoderamiento del país por parte de los cárteles, es con los militares en las calles, sino simplemente que se definan protocolos, alcances y limitaciones de esa disposición.
López Obrador tiene la oportunidad, acaso la última, de evidenciar que algo de demócrata y de hombre de estado hay en él, detrás de la imagen de bravucón, pendenciero y vengativo que día a día se empeña en forjar. De la forma en que se conduzca este viernes, podremos definir el curso final que tomará su relación con Aureoles y, sobre todo, con Michoacán. Veremos.
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