El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los oprimidos
Simone de Beauvoir (1908-1986) Escritora francesa
En primera instancia pudiera parecer una nimiedad, tanto como para caer en el rango de lo anecdótico. En el fondo, me parece que, por el contrario, reviste importancia toral en varios sentidos.
El próximo viernes, el presidente Andrés Manuel López Obrador estará en Morelia para inaugurar el Cuartel General de la Guardia Nacional. Se presume que también, si las gestiones del alcalde Raúl Morón tienen éxito, inauguraría alguna de las obras de repavimentación que se han realizado este año. Se habla de la remodelación de la plaza de Santa María de Guido.
López Obrador, ya se sabe, más por rebeldía a toda normatividad que por ignorancia, se resiste a utilizar cubre bocas en eventos públicos, así esté rodeado de un número importante de personas. Hablar de que use una careta, gel en las manos o respete la sana distancia, es ofensivo para él. Al margen de que su irresponsable actitud seguramente es causa de un número importante de personas contagiadas de Covid, que siguen su ejemplo sin medir consecuencias, también resulta un riesgo para los anfitriones de sus giras por el país.
En ese sentido, habrá que decir que tanto el gobernador Silvano Aureoles como el alcalde Morón, se han manejado con la responsabilidad y sensatez que las actuales condiciones de altísimo riesgo demandan, y en toda aparición pública lo hacen con las precauciones sanitarias obligadas.
Y aquí es donde viene el problema para Aureoles y para Morón: desde que López Obrador reinició giras al interior de la república, los gobernadores y alcaldes anfitriones han tenido que dejar de usar el cubre bocas y olvidarse de la sana distancia, para no verse “mal” ante el irresponsable presidente. Han preferido las autoridades locales correr los riegos que ello implica, a contrariar el protocolo presidencial de jugar al valiente. La etiqueta política establece, por ejemplo, que si el presidente no llega a un evento de saco y corbata, el resto de los asistentes, sobre todo los servidores públicos, deberán despojarse de esos atuendos. Protocolos absurdos, sin duda, pero que no significan ningún riesgo para nadie. Pero en este caso no hablamos de protocolos políticos o de imagen, sino de la salud.
Si López Obrador se mantiene en su absurda postura de retar a la pandemia, Aureoles y Morón no tendrían por qué seguirle el estúpido juego, ni el resto de los servidores públicos. Si ambos han sido responsables hasta ahora, es de esperarse que la visita presidencial del viernes no les obligue a romper esa prudencia. Para Aureoles y Morón no se trata sólo de su salud, sino de la señal y el mensaje que envían a la sociedad, porque en esta pandemia, cada quien juega el rol que quiere: se está del lado de la sensatez o se está del lado de la estupidez.
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