El primer signo de la corrupción en una sociedad, es defender que el fin justifica los medios
Georges Bernanos (1888-1948) Escritor francés
Más que vergüenza diplomática, que desde luego lo es y de dimensiones mayúsculas, la condecoración del gobierno de México a un dictador representa la inestabilidad emocional del presidente López Obrador.
Solo de alguien que ya no vive en sus cabales, puede provenir la decisión de condecorar a un dictador, como lo es Miguel Díaz Canel, el carcelero de la isla de Cuba.
Un presidente que mantiene esclavizado a su pueblo, sin libertades de ninguna índole, sin elecciones, sin prensa, sin oposición, con miles de presos políticos, con un pueblo que muere de hambre, que se arrastra por un kilo de azúcar, no puede recibir ningún tipo de condecoración, a menos que venga de otro dictador.
La Orden Mexicana del Águila Azteca ha quedado absolutamente desacreditada. En teoría, se entrega a extranjeros que han colaborado con México en algún tema relevante. Personajes como Nelson Mandela o Mario Vargas Llosa la recibieron en su momento. Según López Obrador, ahora se le entrega a Díaz Canel por la ayuda cubana con médicos y vacunas contra el covid.
Médicos que vienen en calidad de esclavos de la dictadura cubana y vacunas que ésta ha vendido en calidad de inservibles.
Lo de este fin de semana en el sureste mexicano quedará inscrito como un episodio de verdadera vergüenza, pero más preocupante aún, como la confirmación de que tenemos un presidente que ha perdido por completo la razón y el sentido de la realidad, como suele ocurrir con los dictadores. Todo quedó, entre dictadores.
Y a la pesadilla ya solo le faltan 596 días. twitter@jaimelopezmtz>