El que paga para llegar, llega para robar
Carlos Gaviria Díaz (1937-2015) Político colombiano
El paso como vocero gubernamental en la pandemia de Hugo López Gatell es uno de los episodios más vergonzosos y cínicos, pero también de los más criminales en la historia de la función pública de México, y vaya que eventos que reúnan esas características los ha habido y a raudales. Pero al grado de Gatell, difícil encontrar un parangón.
El viernes fue su última “conferencia” de prensa nocturna relacionada con la pandemia del covid-19. Y lo que solo en México puede pasar: al terminar, ya lo esperaban afuera de Palacio Nacional algunos porristas, en su mayoría mujeres, que le llevaron mariachi y flores. Él, con un cinismo digno de mejor causa, se dejaba querer cual celebridad artística o deportiva vitoreada por sus logros. Reía. Pero, ¿de qué reía?
¿Puede alguien reír con 232 mil muertes a cuestas, de acuerdo con las cifras gubernamentales, o casi medio millón si nos atenemos a las investigaciones de la UNAM o del INEGI?
¿Puede reír por haberle seguido la corriente a su jefe, el presidente López Obrador, en su demencial postura al inicio de la pandemia, de no dejar de reunirnos, de abrazarnos, de salir a la calle, de no usar el cubre bocas y de validar que él no podía contagiar a nadie, porque su fuerza de contagio era moral?
¿Puede reír si somos el peor país en el mundo en el manejo de la pandemia, dicho por la Organización Mundial de la Salud?
¿Puede reír por mentir una noche sí y otra también, durante quince meses, en lo referente al número de contagios y de muertos?
¿Puede reír luego de augurar que no habría más de ocho mil muertos y que en un escenario extremo, pensar en sesenta mil sería catastrófico?
¿Puede reír si siempre se negó a que el gobierno aplicara pruebas rápidas que hubieran detectado a tiempo cientos de miles de casos, y por ende reducido el riesgo de contagio a millones?
¿Y pude reír si regalamos vacunas a otros países cuando miles de médicos mexicanos del sector privado no han podido ser inmunizados?
En cualquier otro rubro del quehacer público, la actitud lambiscona e irresponsable de López Gatell podría pasar como anecdótica, pero no cuando se trata de vidas humanas las que su ineficacia cobró. Gatell debiera estar en la cárcel, mínimo renunciado desde hace meses, no recibiendo flores y música de mariachi. Una más, de las que solo en México pueden verse. twitter@jaimelopezmtz