Una gran democracia debe progresar o pronto dejará de ser o grande o democracia
Theodore Roosevelt (1858-1919) Presidente norteamericano
El decálogo de recomendaciones espirituales y anímicas que Andrés Manuel López Obrador nos recetó para enfrentar la pandemia, tiene una explicación: es su revire a la Organización Mundial de la Salud.
En efecto, el organismo rector en materia sanitaria a nivel mundial, tuvo la osadía horas previas de llamar a los líderes internacionales, a ser congruentes y contundentes, no dubitativos, en sus mensajes sobre la pandemia a sus gobernados, para no arriesgar a éstos a mensajes confusos y por tanto peligrosos.
Y como López Obrador supone que todo cuestionamiento que se emita, ya no en México sino ahora en todo el mundo, va dirigido a él, dado que es él el centro del universo, pues se tuvo por aludido y de inmediato preparó su decálogo muy a la López Obrador: rebelde, cero apego a las normas, la técnica y la ciencia, y en su papel de líder religioso, nunca de estadista.
El presidente, ya se sabe, es reacio no solo a la ciencia sino a acatar toda recomendación por sensata que sea, y actúa en consecuencia: cada sugerencia que escucha, sea o no dirigida a él, le significa un acicate para sacar al rebelde que lleva en su ADN. Este fue el caso. Uno más.
Ello desde luego no reduce el riesgo que significa acatar el decálogo lopezobradorista como supletorio de las disposiciones médicas. A nadie hace daño por supuesto ser espiritual, hacer el bien, ser optimista, no caer en el consumismo, y claro que es necesario hacer ejercicio, comer frutas y verduras y hacer frente al estrés, pero en poco o nada ayuda todo eso a reducir los riesgos de enfermar de Covid.
Ese es el problema: que el presidente envíe señales confusas sobre todo a los sectores poblacionales menos preparados culturalmente, que supongan que más que acatar medidas científicas, con solo hacer caso al decálogo espiritual es suficiente.
Si alguna vez López Obrador dimensionara el alcance de sus palabras, sobre todo en esos sectores, otro gallo cantaría. Pero…genio y figura.
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