No hay países subdesarrollados, sino mal gestionados
Peter Ferdinand Drucker (1909-2005) Filósofo financiero austriaco
Es el mundo al revés: el presidente López Obrador y su 4T no se cansan de exigirle, y por momento de advertirle, a los empresarios que deben enviar a sus trabajadores a casa para reducir los riesgos de propagación del coronavirus, pero que deben hacerlo sin afectar sus salarios y sin importar la duración. En contra partida, el tabasqueño se niega a ceder un ápice en su absurda decisión de no autorizarles ningún tipo de apoyo fiscal.
Prácticamente no hay gobierno en el mundo que no haya ya diseñado un plan de fomento a la planta productiva, en el contexto de la pandemia, básicamente con un modelo similar: diferimiento, y en algunos casos exención, del pago de impuestos, sobre todo el de la Renta, el ISR en el caso mexicano, y devolución del IVA. Un respiro de tres o cuatro meses con esas medidas, sería oxígeno puro para el empresariado, que sólo así estaría en condiciones de atender el llamado presidencial. Y en un escenario ideal, añadirle aplazamiento de la cuota patronal al IMSS y al Infonavit.
Pero pretender que las empresas cierren uno o dos meses, o más, pagando íntegramente el sueldo de sus empleados, y encima hacerles que cubran los impuestos como si estuviéramos en un escenario de normalidad, es una insensatez, por llamarlo de una manera publicable. Tan fácil como esto: si una empresa no produce, ¿de dónde va a tener pagar impuestos o salarios?
La absurda exigencia sólo puede ser explicada, que no justificada, por provenir de alguien que en su vida ha sabido lo que es trabajar de verdad –ni modo que a vivir de la política y su dinero fácil y a manos llenas se le pueda llamar “trabajo”-, que por tanto jamás ha sabido lo que es pasar penurias para completar los compromisos tributarios ni la quincena del personal, mucho menos adquirir materia prima o equipo de producción. Esos términos y escenarios son absolutamente desconocidos para López Obrador, que siempre ha vivido del erario, sin compromiso laboral ni financiero ni fiscal alguno. Alguien acostumbrado al dinero fácil y en grandes cantidades, no entiende por qué los empresarios le piden un respiro tributario. En pocas palabras, el presidente jamás ha vivido en el mundo real, de su burbuja no ha salido nunca.
Aunque en realidad, y para ser francos, acaso no sea necesario pasar por una experiencia para adquirir sensibilidad. Ésta pueda tenerse y obrarse en consecuencia, en el último de los casos hasta por conveniencia propia. Pero en él, en el presidente, se unifican todas las debilidades: desconoce la realidad y no tiene un gramo de sensibilidad.
Cosas que sólo en México pasan, que sólo con la pesadilla llamada 4T pasan.
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