No está la justicia en las palabras de la ley
Alonso de la Torre. Catedrático español
Con siete testimoniales y un video, que supuestamente probarían que la detención de José Juan Farías Álvarez, “El Abuelo”, no fue apegada a lo que señalaron las autoridades que lo apresaron, es decir, efectivos de la Secretaría de Marina, un juez federal determinó desestimar las acusaciones que sobre el personaje hay por parte de la Procuraduría General de la República, y ordenar su libertad.
Es el sospechosismo llevado a su máxima expresión: ¿no tiene la menor idea el juez de que Farías y su abogado pueden llevar no siete, sino cien o los testigos que sean necesarios, para que declaren lo que convenga?, ¿por qué los videos regularmente no son aceptados por los jueces como pruebas, y ahora sí, y además de manera contundente? ¿No tiene el juez una ligera idea de quién es “El Abuelo”, o por qué la ligereza para dejarlo en libertad?
En realidad, da la impresión de que el juez habría aprovechado el menor resquicio para justificar la libertad de Farías, ¿o de plano intervino alguna “mano negra” del más alto nivel gubernamental, para presionar al juzgador en esa decisión? No se puede olvidar que los hermanos Farías fueron protegidos del gobierno federal, particularmente de su comisionado en Michoacán hace cuatro años.
Como sea, el caso es que lo que apenas el domingo merecía el aplauso generalizado, al asestar la Marina un duro golpe a la criminalidad en la tierra caliente michoacana, hoy el sentimiento se vuelve frustración, impotencia, ira.
¿No hay en el juzgador un mínimo de sentido común, para definir con criterio orientado hacia el bien común, que apegarse a factores tan endebles como la presentación muy probablemente manipulada de testigos, es operar en favor de la delincuencia y, por ende, en contra de los mexicanos?
Habría que ver si el juez actuó en apego a derecho, pero de lo que no hay duda es que no lo hizo en apego a la justicia.
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